La atención que ponen los actores implicados, incluido periodistas, en todo lo secundario que rodea cualquier acontecimiento político que sucede en Alhaurín el Grande sirve para aligerar peligrosamente la carga de profundidad de lo acontecido. Con su dosis elevada de surrealismo y folclore, con vecinos del mismo municipio compitiendo por ver quién es más ruidoso o quién lanza el mensaje más exagerado, resulta fácil olvidar que lo que estaba en juego no era otra cosa que el futuro político de una institución constituida por la vía del sufragio universal. «Lamento que no se haya podido evitar el espectáculo y Alhaurín el Grande haya vuelto a estar en los focos de toda la provincia», dijo Antonia Ledesma a la conclusión del abortado pleno extraordinario. En pose sensacional, la alegría de haber sobrevivido al primer envite se llevaba por dentro.

En la vida política del municipio hay al menos dos fechas para olvidar: la primera, la moción de censura, casi polvorienta por el tiempo que ha pasado, que llevó a Juan Martín Serón a la alcaldía. Entonces, previo desalojo del pleno incluido, la dotación de la Guardia Civil designada tuvo serias dificultades para evitar que los excesos retóricos se convirtieran en acciones a puñetazo limpio. La segunda fecha se remonta a la detención del mismo Martín Serón. Un acontecimiento que traspasó las fronteras de la provincia, que tuvo al mismísimo Mariano Rajoy como testigo privilegiado, y que sentó las bases para profundizar en un odio y en una división que afloró de nuevo. En Alhaurín el Grande, como en la afición a un equipo de fútbol, no hay lugar a medias tintas. «Yo soy del PP», dijo ayer una joven de apenas 14 años. Luego añadió con orgullo que «ella es mi tía». Lo hizo señalando a María Fernández. Demasiado joven todavía para entender que a la tía, en su partido, no la quieren ver ni en pintura. Pero, sin embargo, capacitada para comprender que aplaudir o gritar y chillar, en función de quién está en el uso de la palabra, en Alhaurín el Grande es como un ejercicio sagrado. Una cuestión de fe, con todo el condimento que tiene eso de creer en algo a ciegas. Por ello, nadie se extrañó de ver el salón de plenos abarrotado cuando todavía quedaba una hora para iniciar la sesión. Los vecinos de Alhaurín el Grande no quisieron perderse el espectáculo. En protagonista inesperada, tanto por juventud como talla orgánica, se convirtió Marina Maldonado. Le tembló la voz, pero no le tembló el pulso para plantarle cara a la secretaria del Ayuntamiento. A la habilitada nacional algunos le sugirieron que «vaya buscando un buen abogado». «Respeto a la ley», clamó el graderío. En Alhaurín el Grande, se entiende, una plegaria hecha al estilo justiciero. Es decir, siempre que esté de mi parte.

Este miércolesel municipio sumó su tercer momento. Y muchos que quedan aún por olvidar.