Sobre las 3.00 de la madrugada, cuando Lucía llevaba cerca de cuatro horas desaparecida, el servicio de Emergencias 112 activó al Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Desastres (GIPED), un equipo de expertos del Colegio de Psicólogos de Andalucía Oriental especializados en dar cobertura a los familiares de víctimas en los momentos más difíciles. Durante las primeras horas, el trabajo de Natacha López y Margarita Almagro, que después han sido relevadas por María Ángeles Castillo y Nuria Castillo, fue acompañar a los padres de la niña e intentar que exteriorizaran y compartieran todos sus sentimientos. "La desaparición ya es una pérdida", asegura Aída Herrera, vocal de la junta de gobierno del colegio y responsable del área de Emergencias. Según la experta, esos momentos son de angustia, rabia contenida, frustración e incluso culpabilidad, por lo que las psicólogas ya buscaban el desahogo de los familiares de la niña.

Pasadas las 7.00 horas llegó el shock. Una vez hallado el cuerpo de Lucía en las vías del tren, las dos profesionales no se han separado de la familia con el objetivo de "ventilar todos los sentimientos" que pueden provocar la muerte de un hijo en tales circunstancias. "Es muy importante que compartan sus sentimientos con sus familiares y amigos", explica Herrera antes de añadir que cada persona reacciona de forma diferente ante la tragedia. Entrar en shock, agresividad, inundación de tristeza, adormilamiento o negación de la realidad son algunas de esas reacciones, aunque en el caso de la madre de Lucía se ha caracterizado por los cambios bruscos de humor. Sin embargo, el trabajo de estos profesionales se extiende a los más pequeños, ya que Aída asegura que este grupo también se encarga de trasladadar la noticia a los más pequeños. En este caso a los primos de Lucía, que según la psicóloga tienen entre 3 y 11 años. "Ya no vale decir que se ha ido al cielo o que se ha quedado dormida. Hay que decirles la verdad, eso sí, con las palabras adecuadas".