­En algún momento de la vida, se empieza. La revolución vinícola no se anuncia de manera tumultuosa. El avance es más bien silencioso. El consumo inicial se remonta a los primeros tragos de la pubertad. Un remedo de vino mezclado con gaseosa de limón es lo poco que hay por catar cuando la economía personal todavía flojea. Lo lógico es que se salga muy confundido. No pasa lo mismo, sin embargo, en la familia Lara. Un proyecto de tres generaciones y una historia ligada al vino. Desde 1963, con Juan Antonio Lara al frente, se acumula un conocimiento del medio. De la tierra y de sus frutos. De sabores y de lo que cada uva es capaz de dar de sí. Lo primero es causa y lo segundo consecuencia. Después de varias décadas en la distribución de vinos y licores, la familia saca al mercado el primer vino de producción propia elaborado en Ronda. La tentación perpetua de mantenerse en el tiempo está garantizada en este caso, ya que la pasión por el vino va pasando de los mayores a los pequeños.

En Bodegas Lara hicieron lo más difícil antes que lo más fácil, lo cual no resultó un problema ya que, según deja claro Juan Antonio Lara, cuando empieza a hablar de Ronda sin poder camuflar su pasión. El cartel de comunidades para elaborar vino no pasa precisamente por la ciudad con el desfiladero, pero eso a Juan Antonio le dio igual: «Teníamos una ilusión enorme por producir en Ronda. Hace tres años se cruzó la posibilidad por el camino y no dudamos». Los frutos de aquella determinación se recogen hoy con este vino de tres generaciones. La ayuda de Ignacio de Miguel, discípulo del enólogo Michel Rolland, de prestigio internacional, contribuyó a la creación. El propia Rolland visitará las Bodegas Lara el próximo martes para catar el resultado en primera persona. «Soy un enamorado de Ronda. No es sólo el entorno paisajístico de Ronda, también se conecta con unas condiciones climáticas y tipo de suelo. Así hemos logrado unos vinos con estilo, con tres personalidades», detalla Juan Antonio. Concretamente, los vinos son El Lero, La Depa y el Arquitecto.

Tres vinos y tres generaciones. No es casualidad y la conexión entre padre, hijo y nieto pretende ser, también, un homenaje al pasado, el origen, y a la juventud, lo que está por llegar. Con expectativas de supervivencia en un futuro. En esta ocasión, la producción ha sido de 30.000 botellas. La nota de cata habla de tempranillo, garnacha, cabernet, sauvignon, syrah y melot.

«La juventud y rebeldía en la primera generación, el equilibrio en la segunda y la experiencia, solera y sabiduría en la tercera», resume Juan Antonio la esencia de estos nuevos vinos. De los tres, cada uno plasma historias y leyendas diferentes. Estas se plasman y conectan con cada personaje o historias del entorno de Ronda. Ya sólo queda probar las últimas creaciones de las Bodegas Lara. «Frescos, fáciles de beber, con cuerpo y gran recorrido en botella», resume Juan Antonio.