Susana Romero es una mujer de Cártama que, hasta hace unos días, trabajaba en Mediamarkt. La actual situación de crisis sanitaria y económica, derivada de la pandemia del Covid-19, provocó que le hicieran un ERTE, dejándola confinada en casa, una situación que han tenido que vivir miles de españoles. Una situación complicada, triste y angustiosa. Sin embargo, Susana no tardó más que un momento en pensar en alguien más, en los niños, «si para nosotros es difícil, no me imagino como será para ellos», comenta.

«La primera semana que nos vimos encerrados no parecía tan malo, porque estás en casa después de tanto trabajar y tienes un tiempo para ti, pero cuando anunciaron que se iba a alargar me iba a morir», narra Susana. «En ese momento fui a darme una ducha para olvidarme un poco de todo, y fue entonces cuando escuché el llanto de mi vecinita, y pensé que tenía que hacer algo para que los niños no sufrieran lo que sufrimos nosotros».

Entonces, dejó una nota en cada una de las puertas, «porque a lo mejor a algún padre le podía molestar», en la que anunciaba que cada noche les dejaría un regalito hecho a mano a los niños. «A mí me gusta hacer pamplinas; pulseritas, anillos o llaveros, y les pregunté si les podía dejar una bolsita personalizada a cada uno con su regalito», comenta la cartameña, que actualmente entrega esos regalitos a unos 18 niños del edificio y a Ana, una mujer mayor que padece alzheimer.

«A Anita no le puedes hacer cualquier cosa, hablé con mi madre, que ha trabajado con personas con esta enfermedad, para que me aconsejara, queríamos hacer algo que de verdad le sirviera. Una de ellas fue un talismán, todos los días tenía que darle tres vueltas para que tuviera buena suerte, otro una hucha de cerdito, le dije que era de sus nietos, que se iban a ir a comer todos juntos, y que debía acordarse de echar cada día una moneda para comprarse un vestido nuevo».

«Al principio no me atrevía», confiesa, «yo soy de Alcalá del Valle, y allí estamos acostumbrados a tener mucho trato con los vecinos, y aquí -aunque llevo más años que Matusalén-, estaba un poco reacia por si los vecinos me decían que mejor me quedara en mi casa», comenta. «Mi marido fue el que entonces me apoyó y a partir del día 23 de marzo fue cuando puse el primer regalo, y yo que no conocía a mis vecinos ahora conozco a medio edificio».

Continuamente Susana recibe cartas de los niños que creen que se trata de un hada, porque no pueden verla, «dejamos los regalos por la noche, para que los cojan a la mañana siguiente, tras haber pasado ya unas horas, por precaución, pero algunos no pueden esperar a la mañana siguiente».

«Durante unos días me quedé sin material, pregunté al alcalde si podía ir a casa de mi hermana, que también hace manualidades, y tenía más materiales, y me mandó a los niños de Protección Civil, que recogieron y me entregaron todo».

Susana comenta que una compañera de trabajo también se ha sumado a la iniciativa, «ha hecho un cuento y cada día me manda un trocito de él para que también se los entregue a los niños».

Un humilde gesto con el que Susana logra que los niños de su bloque empiecen el día con una ilusión, «como si cada día fuese Navidad».