El Papa de Roma no ve la tele. Pero no porque en Roma el imperio de Silvio Berlusconi lo atormente, le denigre como denigra aquí a la audiencia españo la que se deja denigrar, o porque el jefe de un Estado tan rarito no tenga tiempo que perder en baratijas sociales que podía dedicar para seguir rezando por los pecados del mundo, o para perseguir a los pecadores de alto voltaje de su club, y el propio Francisco sabe que en España queda un nido que ni frotando con lejía aclarará su cara oscura, turbia y demoníaca que actúa en nombre de un dios bala, de verbena y trabuco. Nada de eso. El buen Francisco no ve la tele justo desde el 16 de julio de 1990 porque se lo pidió su dios. ''Sentí que Dios me lo pedía'', dijo a los periodistas de El País que lo entrevistaron hace unos días. Mola. No sé qué hubiera sido de mí si un día, como el que no quiere la cosa, siento que la voz de alguien, por dentro o por fuera, me dice que no viera la tele nunca más.

Jorge Mario Bergoglio, su nombre entonces, cura llano, cumplió el deseo de ese ser. Y hasta hoy. Ha llegado alto en la escala espiritual. En España, al contrario, los jefes de su club apuestan por la televisión como arma de adoctrinamiento ideológico masivo, siempre a la derecha, muy a la derecha del padre y de la madre, incluido Francisco, un radical extremista. Y peligroso. 13tv lo tiene tan claro, y la Conferencia Episcopal que la sustenta tan decidido, que de los dineros que le damos, creyentes o no, anteponen la tele a Cáritas. 13tv se chupa más de 10 millones, un agujero que aloja al periodismo cavernario -faltaba Carlos Herrera, y ya lo han llamado-, frente a los 6 para Cáritas. Un sindiós. Si es que hay que querer a Francisco. El tío es un revolucionario total.