Es fruto de la ejemplar colaboración entre dos expertos en cine y en fotografía de la naturaleza, el austriaco Otmar Penker y el español Gerardo Olivares, director de 'Entrelobos'. Entre ambos no solo se han repartido las mayores responsabilidades de la película, especialmente delicadas y de una notable complejidad, sino que han dado un paso inédito y singular en el terreno de la captación del entorno. El proyecto consistía en sacar provecho de su maestría en la especialidad, combinando los temas paisajísticos de un marco tan grandioso como el de los Alpes con un drama en formato de guion.

Algo así como un largometraje de aventuras que se apoyara en dos seres como protagonistas, un hombre y un águila. No era necesario, apenas, nada más, porque con semejantes dosis de grandiosidad y belleza y con unos animales que «interpretan» lo que pretenden quienes se encargan de domesticarlos todo va sobre ruedas. Con ello el interés que desprende la cinta está fuera de toda duda y se hace ostensible, sobre todo, en una hora inicial magnífica que fascina con sus imágenes y con las cualidades ante la cámara del polluelo.

Aun así, lo que más llama la atención es la amistad que crece entre el niño y un pequeño aguilucho que se conocen en momentos cruciales para los dos. Lukas lo está pasando muy mal porque su madre ha muerto en un accidente y las relaciones con su padre, que además es cazador, dejan mucho que desear. Peor, si es posible, lo vive el polluelo, al que Lukas ha bautizado como Abel, ya que ha sido arrojado del nido por el más fuerte, que intenta así acabar con él como es tradición entre estas rapaces. Lukas es testigo del hecho y logra rescatar al polluelo antes de que el frío y la falta de alimentos acaben con él.

Se trata entonces de seguir las pautas de un guion peculiar y con muy pocos precedentes en el que el personaje del águila lo incorpora el propio animal. Un reto casi imposible que sorprende todavía más por los espléndidos resultados del experimento. Con una tecnología de última generación y nuevos métodos de rodaje en colaboración con cetreros, también han sido necesarios vuelos biplaza con aviones ultraligeros para tomas aéreas de las águilas o cañones de nieve para imitar una avalancha.