Se invita a los espectadores a dejar atrás cualquier resto de cordura, abandonar la sensatez y dejarse llevar por el delirio, el juego y la locura, que dirige la mente de un cómico, su forma de ver e interpretar lo real. Su modo de afrontar y esquivar lo que nos pasa y lo que deja de pasarnos. Su habilidad para hacer girar la rueda del pensamiento en todos los sentidos menos en el que se espera; su capacidad para hacernos sentir, para emocionarnos y devolvernos la mirada infantil que jamás debimos perder.