El pintor Cristóbal Ortega (Alhaurín de la Torre, Málaga, 1970) se formó como arquitecto en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Sevilla, donde el profesor que más le influyó fue Gerardo Delgado, fallecido este mismo año, también arquitecto de formación, y figura clave de la escena pictórica hispalense.

Tras un tiempo practicando la arquitectura, y tras haber intervenido en el montaje de una importante muestra itinerante sobre el funcionalista italiano Giuseppe Terragni, el malagueño tomó la decisión de centrarse, como su maestro, en la pintura. Una pintura construida y a la vez gestual, que concibe en clave no demasiado distinta a como concebía el arte de construir. Una pintura que ha tenido su principal valedor en el galerista Miguel Marcos, pintor en sus inicios.

Casi desde el arranque, Cristóbal Ortega subrayó la importancia que para él tenían la abstracción norteamericana y el concepto de all over. En sus obras del primer periodo ya están patentes las enseñanzas de figuras de la abstracción norteamericana como Jackson Pollock, Robert Motherwell o Sam Francis.

Creador nómada (un rasgo generacional: el don de la ubicuidad), Cristóbal Ortega ha trabajado en clave supranacional: el propio Alhaurín de la Torre, donde tiene un estudio entre limoneros; la localidad marroquí de Río Martil –próxima a Tetuán–, Pekín y Miami. Especialmente importante ha sido su diálogo con la cultura china y extremo-oriental, en general. Interesado, como tantos otros de sus predecesores, por la caligrafía, ha colaborado con pintores chinos como Dabao o Lin Mo, así como con el islandés Nicolai, también con estudio en ese país.

La técnica de azar de la sudoración –por él inventada–, consiste en pintar desde el dorso del lienzo, emergiendo luego la imagen en la cara visible. Especialmente hermosas son las dedicadas a Fernando Pessoa, a Henri Michaux (pintor-poeta belga, autor de Un bárbaro en Asia) o el poeta y narrador cubano José Lezama Lima.

El título de la presente exposición, dividida en dos salas, China y Miami, nace de una reflexión de este comisario sobre una tradición que es la del dripping. Si para Pollock, el inventor del mismo, la pintura tenía mucho de ballet, eso también estaba claro, en paralelo, en el germano-alemán Hans Hartung, en el chino Zao Wou-Ki, y en "espadachines de la pintura" como el francés Georges Mathieu o el austriaco Markus Prachensky.

Juan Manuel Bonet - Comisario de la exposición