Dos jóvenes parejas recién casadas y de la España rural coinciden en el Madrid de los setenta, epicentro de una de las épocas más convulsas, excitantes y definitorias de este país.

Comparten sueños, anhelos, miedos e ilusiones. Comparten también lo que para ellos es un ritual: tomarse juntos la única caña y el único pincho que su economía les permite, el primer sábado de cada mes tras cobrar.