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Una novedad editorial que reúne en dos tomos la obra poética del fallecido Antonio Parra es la última

propuesta del Centro Cultural Generación del 27. Bajo el título genérico Saber el aire, José Infante ha

realizado un notable trabajo de clasificación cronológica, acompañado de un esclarecedor prólogo de

Francisco Ruiz Noguera. Estos volúmenes que ahora se presentan vienen a unirse a otros anteriores de

escritores malagueños, como los de fallecidos Javier Espinosa, Fernando Merlo, Rafael León, Miguel

Ángel Molinero y Antonio Muñoz Quintana, o de los autores en activo Francisco Cumpián, Juan Ceyles

Domínguez, Francisco Fortuny, González Vera, Salvador López Becerra, Ángel L. Montilla Martos o Rafael Ballesteros. Con esta novedad, el Centro Generación del 27 continúa completando una visión de conjunto de la expresión poética en Málaga en las últimas décadas.

El poeta malagueño de adopción Antonio Parra nació en Melilla, pero inició su andadura de difusión

cultural en nuestra ciudad, en las páginas del Diario Sol de España junto a José Infante, con quien también creó en el mismo medio La Columna de los poetas en la que daban cabida a las voces emergentes del sentimiento lírico en nuestra ciudad, casi siempre inéditas. Por aquellos años colabora con el Ateneo de Málaga. Aunque su primera vocación fue la prosa en el marco de la narrativa andaluza de los primeros 70, rápidamente volcó su interés en la poesía con un primer intento, Primera Ausencia, (frustado al quedar inédito) que ahora se recupera en estas páginas con ilustraciones de Rafael Pérez Estrada. En él se detectan ya algunas de las características de su obra futura: la melancolía, la sugerencia erótica, la desazón por el paso del tiempo que delatan un conocimiento de la tradición elegíaca andaluza. En esos años colabora con las revistas Artesa de Burgos y Bahía de Algeciras.

Tras una temporada en París, su larga estancia en Italia marcará la deriva de su obra y de su vida. De lo que es ejemplo su primer poemario publicado, Nemico intimo (1983), que aparece ahora por primera vez traducido al español (acompañando al texto original en edición bilingüe). Trabajó en Verona con el escultor Miguel Berrocal y dirigió dos galerías de arte en Venecia, antes de montar la suya propia (L´occhio) para regresar a España en los 90 instalándose definitivamente en Málaga, con intermitentes estancias en Madrid y Cádiz. Siguen cuadernos como Bestiario de amor (1991) y Las maravillas del agua (1993). En 1993 su poema "Recordando Venecia desde el Sur" mereció el premio Villa de Aoiz. También había obtenido el Premio Nacional de Artículo sobre el libro y, más tarde, en 2011, el Premio de Poesía Salvador Rueda del Rincón de la Victoria. El nombre de la tierra (Renacimiento, 2011) debe de ser quizá su obra nuclear. Incluso en su estancia en la flotante Venecia, la tierra y su firmeza será un elemento recurrente en su obra. Su último libro publicado fue Inventario de la felicidad (Astrolabio, 2014). Póstumamente, apareció Poemas para un transeúnte (Málaga, 2017), antología propia con algún poema no publicado.