Muchos adjetivos pueden describir la música de Paganini; exuberante, poderosa, juguetona, lírica… Haber visto tocar al llamado ‘diablo’ del violín debió ser indescriptible. El público estaba tan impactado por sus actuaciones, su técnica y un virtuosismo que iba más allá de todo lo que habían presenciado, que no creían lo que veían y escuchaban. Paganini decía que el violín era su amante pero la guitarra, su ama. En su música se aprecia una clara influencia de la ópera italiana, mientras que en la de Spohr cobra vida una mayor riqueza de sonidos. Este último inventó la barbada (pieza del violín sobre la que se coloca la barbilla) y las letras de ensayo, al igual que popularizó el uso de la batuta del director. Spohr aportó mucho al desarrollo de la interpretación del violín y en algunos momentos tuvo tanta notoriedad como Beethoven.