Entrevista

Jacques Audiard: "Si una película mía logra molestar a los fascistas, me siento feliz"

El director francés estrena el jueves el narcomusical 'Emilia Pérez', premiado en Cannes y protagonizado por la andaluza Karla Sofía Gascón

Jacques Audiard, en una imagen de archivo.

Jacques Audiard, en una imagen de archivo. / EFE

Nando Salvà

Jacques Audiard (París, 1952) lleva toda su carrera hablando de personajes que se mueven en los márgenes de la sociedad y atraviesan reinvenciones radicales. En ‘Un héroe muy discreto’ (1996), un hombre corriente decide hacerse pasar por espía de los nazis; en ‘Un profeta’ (2009), un delincuente de poca monta asciende a lo más alto de la mafia corsa, y en ‘Dheepan’ (2015) -la película que la proporcionó la Palma de Oro-, un inmigrante tamil en París se convierte en sangriento justiciero. ‘Emilia Pérez’, su nuevo trabajo, es la película de su filmografía que mejor ejemplifica esas proclividades, y la más arriesgada de su carrera: es un narcomusical protagonizado por un señor de la droga que decide cambiar de sexo para convertirse en heroína del pueblo, y usa esa premisa para explorar no solo la compleja relación entre la identidad de género y el sexo biológico sino también asuntos como la redención, el perdón y el impacto de la violencia endémica. Galardonada en el Festival de Cannes con el Premio del Jurado y el Premio a la Mejor Interpretación Femenina ‘exaequo’ a sus cuatro actrices protagonistas -Zoe Saldaña, Selena Gomez, Adriana Paz y, por supuesto, la andaluza Karla Sofía Gascón-, ahora es una de las películas favoritas en la carrera a por el Oscar.

-¿De dónde proviene su interés en el cine musical?

-El musical es un formato que no conozco muy bien y, francamente, no disfruto especialmente; en realidad, solo me gustan los musicales que no son comedias románticas y en concreto aquellos que son películas políticas, como ‘Los paraguas de Cherburgo’ (1964) o ‘Cabaret’ (1972). Y creo que ese desapego me dio libertad a la hora de trabajar en ‘Emilia Pérez’, porque lo hice sin ideas preconcebidas ni moldes a los que ajustarme. Eso no significa que hacerla fuera fácil; el formato musical me planteó muchos desafíos y me impuso incontables limitaciones. Ahora que la película está terminada, en todo caso, puedo decir que encaja a la perfección en la idea que tengo de una ópera moderna, llena de emociones grandes y gestos aún mayores.

-¿Podría decirse que ‘Emilia Pérez’ es una película transgénero?

-Podría, sí, y no solo porque está protagonizada por una mujer transgénero, sino porque va transicionando constantemente entre géneros y tonos, de la intriga criminal al cine de denuncia social pasando por la telenovela y el drama romántico. Para hacerla tuve que manejar métodos narrativos de los que a menudo huyo, y por tanto tuve que perder muchos miedos: el miedo al exceso, el miedo al ridículo, el miedo a lo kitsch. Y yo, debo confesar, soy una persona muy miedosa. Tengo miedo hasta a levantarme de la cama por las mañanas.

-¿Cómo eligió a la protagonista de la película, Karla Sofía Gascón?

-Inicialmente hice un cásting en México, y allí conocí a bastantes actrices trans. Ninguna de ellas me resultó convincente, eran demasiado jóvenes e inexpertas, y estaban demasiado avergonzadas de su transición. Un día llegó a mis manos una foto de Karla Sofía, y supe de inmediato que había encontrado a mi Emilia; de hecho, de no haberla descubierto no sé si habría podido hacer la película. Antes de empezar la película yo no sabía gran cosa de la experiencia trans, y durante el rodaje ella me dio muchísimas lecciones y respuestas de gran valor. Fue mi educadora, y le estoy muy agradecido. Ella hizo su transición a los 46 años, y eso significa que tuvo que sufrir durante media vida. En la película, Emilia exuda ese sufrimiento.

-Tras recoger el premio a la Mejor Interpretación Femenina en el Festival de Cannes, Gascón fue atacada por simpatizantes de la extrema derecha en redes sociales. ¿Imaginó usted que la película generaría controversia?

-Confieso que no pensé suficientemente en ello. Eso, claro, no significa que el avance de la extrema derecha no me preocupe. Es fácil imaginar qué posibilidades de existir tendrían películas como la mía si la Agrupación Nacional ascendiera al poder, y qué destino correría el Centro Nacional del Cine francés. Por otra parte, siento que el auge de esas ideologías plantea un desafío interesante para los cineastas, porque nos obliga a inventar nuevas formas de narrar. En cualquier caso, yo pienso seguir haciendo películas y, si con alguna de ellas puedo causarles algún dolor de cabeza a los fascistas, me siento feliz.

-Habrá quien opine que usted no es el cineasta adecuado para dirigir una película que, como ‘Emilia Pérez’, habla de la lacra del narcotráfico en México...

-Entiendo que resulta algo extraño que un director francés como yo aborde el tema, hay muchas personas que lo conocen mejor que yo. Pero mi desconocimiento no deslegitima la indignación que siento frente a cualquier ataque a la democracia y los derechos humanos, y quizá ser un ‘outsider’ me otorgue una perspectiva distinta y estimulante. Una parte de mí siente que, en cuanto logramos abordar un asunto tan serio y trágico a través de una colección de canciones y de números de bailes vistosos, de algún modo ayudamos a que un mayor número de gente sea consciente de él. Además, creo que un personaje como Emilia Pérez, que se aleja del mundo de las drogas al transicionar de hombre a mujer, resulta especialmente relevante en una sociedad tan caracterizada por el machismo y el patriarcado como la mexicana. 

"La confianza excesiva en uno mismo resulta contraproducente. Yo sigo teniendo dudas constantes acerca de mi trabajo"

-¿Se habría atrevido a rodar una película como esta hace 20 años?

-De ningún modo. Aunque ya no era tan joven cuando dirigí mi primera película, me hizo falta rodar varias más para descubrir cómo funciona el cine realmente. Solo después de estrenar ‘Un profeta’ me liberé de ciertos miedos y me lancé a explorar mi creatividad. En todo caso, creo que la excesiva confianza en uno mismo resulta contraproducente. Después de todo este tiempo sigo teniendo dudas constantes acerca de mi trabajo, por eso siento la necesidad de tenerlo todo atado y bien atado antes de empezar cada nueva película.

-¿Significa eso que en sus rodajes no hay espacio para la improvisación?

-Lo cierto es que sí lo hay. Verá, yo sufro de insomnio por las noches, por lo que durante los rodajes tengo la costumbre de echarme una siesta a la hora del almuerzo. En esos 20 minutos de sueño me vienen a la mente una idea tras otra, y cuando reanudamos el rodaje por la tarde de repente lo cambio todo de acuerdo a esas ideas. De hecho, cada vez que hago una siesta, todo el equipo de filmación se pone a temblar.

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