Calificación **½ País: España, 2019. Dirección: Laura Mañá. Guion: Abraham Sastre e Ivan Bouso. Fotografía: Sergi Gallardo. Música: Javier Bayón y Luc Suárez. Intérpretes: Quim Gutiérrez, Natalia Tena, Alba Ribas, Alfonso Bassave, Ernesto Alterio, Patricia Vico, Francesc Albiol, Vanessa Castro. Duración: 86 minutos

Transita con enorme propiedad por los espacios más diversos y antagónicos y, aunque no se ha hecho a menudo justicia con ella, es una de las más brillantes cineastas catalanas de las dos últimas décadas. Laura Mañá, en efecto, sabe las teclas que hay que pulsar para moverse con tanta propiedad en el drama como en la comedia y buena prueba de ello son, por un lado, sus espléndidas biografías de Clara Campoamor y Concepción Arenal efectuadas para televisión, ambas con una considerable pulsión dramática y, por otro, esas comedías tipicamente catalanas, desde su opera prima Sexo por compasión hasta Palabras encadenadas, pero más imaginativas y divertidas que conforman una interesante filmografía.

El caso es que la realizadora tiene ante sí un futuro más que prometedor que se hace evidente en Te quiero, imbécil, una comedia que a pesar de que no logra alcanzar plenamente sus objetivos, se configura como un título nada vulgar que se mete con soltura y con sentido del humor en los dominios de la relación entre los dos sexos en el siglo XXI. En él, además y como en el resto de su cine, Mañá subraya de nuevo y de forma convincente el liderazgo humano e intelectual de la mujer observando todo su alrededor desde un prisma feminista.

Incluso en una cinta como ésta en la que el protagonismo recae sobre el hombre. Pero esa circunstancia no hace más que reafirmar el tema. Y es que la actitud y la forma de intentar su crisis por parte de Marcos, el protagonista, no puede quedar más patente. A sus 35 años se ha venido abajo, hasta el punto de que su novia le abandona el mismo día que él iba a pedirle matrimonio y, por si no fuera suficiente, ha sido despedido de su trabajo. Su vida es un desastre en todos los órdenes. La única vía de escape la encuentra en un antiguo compañero de estudios con dotes de seductor y que asume el deber de ayudarle a salir del pozo y en un pintoresco terapeuta argentino de internet, encarnado por un magnífico Ernesto Alterio, con una labia realmente delirante. Por suerte, el destino vuelve a hacer acto de presencia con la aparición de una Raquel que conoció en sus años jóvenes y que va a ser determinante en su vida.

Diálogos y situaciones muy de hoy y del momento y con referencias sexuales que saltan a la vista afloran entonces en una historia que invita a menudo a la sonrisa y al buen rollo.