Cuando HBO anunció una nueva serie de David Simon y George Pelecanos ambientada en Baltimore con el escenario de fondo de la lucha contra el tráfico de drogas y la corrupción policial, las comparaciones con The Wire eran inevitables. La obra maestra de este showrunner, de cuyo primer episodio se cumplieron 20 años el pasado 2 de junio, se encuentra en lo alto del ranking de muchas listas de las mejores series de televisión de todos los tiempos. Por este motivo, 'La ciudad es nuestra' se veía como una posible sexta temporada encubierta de The Wire, aunque finalmente no lo ha sido. Tampoco es que lo necesitara. Mientras que 'The Wire' era una obra de ficción, la nueva obra del tándem Simon/Pelecanos parten de un caso real: una unidad policial corrupta que tanto asaltaba a los narcos que perseguía, como extorsionaba a los ciudadanos a los que les pagaban por proteger. El título de la nueva serie se convierte en un grito de guerra de un grupo que se creía por encima de la Ley, con una sensación de impunidad que la Administración de Donald Trump garantizaba.

Los protagonistas de The Wire todavía conservaban un tanto de idealismo mientras iban contracorriente para tratar de descabezar a las mafias del narcotráfico de la ciudad, aunque tenían algún que otro garbanzo negro dentro de la unidad. Todos los que vieron la serie ya recuerdan perfectamente esa frase de 'Sigue el dinero' y lo que ocurrió cuando los chicos de Jimmy McNulty (Dominic West) empezaron a meterse por determinados charcos que salpicaban a las más altas esferas del poder. En la temporada final, acabaron torciéndose y desviándose del buen camino cuando utilizaron un pretexto falso para tener pinchado ilegalmente un teléfono. Años después, Simon y Pelecanos han vuelto a Baltimore para desconsuelo de las oficinas de Turismo de la ciudad y para mostrarnos un panorama desolador y el mensaje de cómo la lucha contra las drogas está abocada al fracaso y a cebarse con las clases más desprotegidas de la sociedad.

Jon Bernthal (The Walking Dead, The Punisher) interpreta en La ciudad es nuestra a Wayne Jenkins, líder de unidad especial dentro de la Policía de Baltimore que se acabó convirtiendo en una organización criminal que se escondía tras sus placas para actuar con total impunidad, algo que favorecía el propio sistema, ya que los agentes corruptos eran los que mejores estadísticas de arrestos acumulaban. Matones de la porra que se cebaban en los barrios donde vivían los más pobres. Seguro que alguna de sus víctimas contaba con antecedentes con los que enmascarar sus acciones abusivas. Las denuncias por brutalidad policial eran consideradas como gajes del oficio y archivadas, mientras en las calles se iba generando y acumulando el rencor y la desconfianza hacia las fuerzas del orden. La interpretación de Bernthal es de lo más destacado de la serie y en algunos episodios está que se sale. Seguro que le vemos en las listas de los Emmy de este año. Destaca también el papel de Josh Charles (The Good Wife) como el agente Daniel Hersl, otro de los miembros de la unidad corrupta. aunque su personaje está mucho más desdibujado y sabe a poco. En La ciudad es nuestra parece que las mejores interpretaciones se han guardado para los malos.

La serie está contada en distintos planos temporales y ahí es quizá donde se encuentra uno de sus mayores lastres. Es complicado saber en qué momento nos encontramos a cada flashblack. La trama arranca con la desarticulación y detención de esta unidad policial corrupta y, a través de los interrogatorios de los sospechosos, saltamos atrás el tiempo recordando su historial de grandes éxitos entre sus fechorías. Cómo Jenkins pasa de ser una gran promesa de la policía de Baltimore a una persona peor que los delincuentes a los que persigue, En algún momento del camino, ha descubierto que es mucho más fácil enchironar a robagallinas que a personas poderosas cuyos abogados pueden tumbarte toda una investigación por un mero tecnicismo. En algún momento del camino se va dando cuenta de que resulta muy sencillo en el curso de una intervención desaparezca algún fallo de billetes del dinero intervenido, o usar algunas de las dosis incautadas para revenderlas en el mercado. De ahí pasamos directamente a atracos organizados en viviendas de narcos a sabiendas de que nadie les denunciará. La narración va saltando de un momento a otro y ahí que estar muy atentos para no perderse.

De alguna manera, aunque estaban ambientadas en otras épocas y ciudades, otras series de Simon podían verse como continuaciones de The Wire. Los años de experiencia de Simon como redactor de sucesos para un periódico de Baltimore antes de pasarse a la televisión estaban en su obra cumbre, por eso sus tramas y sus personajes tenían ese toque tan real. Ese inconfundible estilo se ha mantenido en títulos posteriores. Da igual que estuviéramos en Baltimore, el Nueva Orleans postKatrina de Treme, o el nacimiento de las industria pornográfica de Nueva York en los 70 de The Deuce. Historias corales que reflejaban las desigualdades de un sistema. Quizá La Ciudad es nuestra tiene un lenguaje más cinematográfico y menos documental que las anteriores, pero el mensaje sigue ahí.