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The White Lotus y la crisis de la espiritualidad

La tercera temporada de la serie ha terminado esta semana con un episodio que ha traído dulces cifras de audiencia para una HBO que parecía en horas bajas

Imagen promocional de la tercera temporada de The White Lotus

Imagen promocional de la tercera temporada de The White Lotus / Redacción

José Antonio Martínez Perallón

De Madame Butterfly a la tragedia griega. Los ricos también lloran, pero también viven momentos de revelación espiritual. Estos acaudalados turistas han seguido sufriendo en el Paraíso, pero han culminado otro viaje interior que les ha convertido en personas diferentes a las que eran cuando llegaron al hotel. La tercera temporada de The White Lotus ha terminado esta semana con un episodio que ha traído dulces cifras de audiencia para una HBO que parecía en horas bajas, con unos estrenos bastante discretos en lo que llevamos de año. Tras las críticas iniciales a la lentitud de la trama, la serie ha ido cogiendo fuelle para brindarnos un espectacular episodio final de una hora y media de duración, en el que parece haberse olvidado de su tono cómico, para cambiarlo por otro más trágico. El más amargo de toda la serie. A estas alturas podemos dar por seguro que la serie tendrá una cuarta temporada y no es una cuestión de fe. Su creador Mike White ya nos ha avisado que su plan es cambiar mar por montaña y las quinielas sobre la próxima ubicación de la serie ya han quedado abiertas.

De momento, muchas miradas se han vuelto a Europa, donde la crisis arancelaria con Estados Unidos podría dar de sí para ese retrato satírico de la alta sociedad norteamericana que trata con cierto desdén a los lugareños. Esta semana ha habido hasta montajes imaginando cómo sería un White Lotus español. Ya vendrán también las quinielas o las especulaciones sobre qué personajes repiten y si la serie ha pasado o no página con la historia de Greg (Jon Gries) y el asesinato de Tanya (Jennifer Coolidge). Lo que iba a ser una miniserie con un final cerrado, se ha convertido en uno de los títulos más seguidos de HBO y que mayor prestigio crítico le está dando. Una nueva Succession, con la que comparte una ácida crítica social a los más pudientes. Hay una serie de reglas no escritas que parecían cumplirse cada temporada y ya hemos visto que no su cumplen siempre. 

Cada temporada transcurría en un lugar diferente del mundo en un hotel de lujo de la imaginaria cadena White Lotus. Así ya hemos conocido los fastuosos emplazamientos de Hawaii y de Sicilia en las dos primeras temporadas y para esta tercera nos hemos ido a Tailandia. Como siempre todo arranca con un asesinato. Un tiroteo siembra el caos en las idílicas instalaciones turbando la paz y el sosiego de un lugar destinado al relax donde el uso de teléfonos móviles está prohibido. Casi es una metáfora de cómo los nuevos turistas recién llegados van a poner patas arriba las vidas de quienes se crucen con ellos en lo que se suponía que iban a ser unas plácidas vacaciones. A continuación, la trama da un salto hacia atrás para desvelarnos cómo se ha llegado a esta situación y quién va a morir.

A diferencia de en las otras temporadas aquí la figura del gerente del hotel parece un personaje mucho más secundario. Su intervención apenas tiene relevancia en la trama. Tiene mucho más peso en la trama la dueña del lujoso resort, pero en este caso la dinámica entre empleados y clientes queda rota, porque ella se mueve en los mismos círculos de poder que los de sus huéspedes. El personaje está interpretado por una veterana actriz y directora tailandesa, Patravadi Mejudhon, que se ha dado a conocer para el público occidental, con su aparición en esta serie. Su marido interpretado por el veterano Scott Glenn es un magnate que ha hecho su fortuna en Tailandia y del que se dice que es dueño de una buena parte del país. Su papel será el catalizador del final de esta temporada y que da a la trama ese toque de tragedia griega del que se hablaba al principio del artículo.

Con el flashback de los primeros minutos del episodio, pasamos a conocer quiénes serán los clientes del hotel de esta temporada y candidatos a ser alguna de las potenciales víctimas o a tener una revelación espiritual. La tercera temporada ha sido una de las que más ha tenido presente el aspecto religioso, poniendo el énfasis en la crisis de valores de las sociedades occidentales, con una vida basada en el narcisismo y acumular riquezas y seguidores en las redes sociales como si no hubiera un mañana. Tres amigas que celebran un viaje de reencuentro; una familia inmoralmente rica y con muchos secretos; y una extraña pareja marcada por el trauma son los personajes de esta tercera temporada. En el budismo, el perdón es el acto de liberarse del resentimiento y la hostilidad a los demás. En estos nuevos episodios, la trama parece haberse impregnado por este espíritu budista, porque solo aquellos que consiguen pasar página y liberarse de esas cargas son los que tienen un final más feliz. De hecho, quienes no consiguen hacerlo son los que peor acaban. Ha llegado el momento de los spoilers.

El primer grupo está formado por tres amigas a las que les gusta celebrar un reencuentro de vez en cuando para pegarse una fiesta memorable. Una de ellas (interpretada por Michelle Monaghan) es una estrella de la televisión, que se ha convertido en una celebridad tras arrasar en una serie. Este tipo de encuentros suele ser un momento en que las tres comparen sus vivencias y que se convierta en una especie de competición de a quién de ellas le ha ido mejor. Teniendo en cuenta que hay una triunfadora clara, las disputas se trasladan hacia las otras dos amigas y ver quién de ellas está más cerca de la actriz. A medida que pasan los episodios, los viejos rencores salen a la luz y todo apunta a que su amistad no va a sobrevivir al viaje. Es la decisión del personaje de Carrie Coon (The Leftovers) de pasar página la que permite que esta ruptura no se produzca, o que al menos puedan seguir fingiendo que son amigas varios años más. De hecho, ella ha tenido su momento de victoria, al pasar una noche con el apuesto masajista por el que habían salido a la luz las rencillas. Todo su cuerpo le pediría exhibir su trofeo, pero elige mantenerlo en secreto.

El segundo grupo son los Ratliff, una familia que parece salida de cualquiera de las temporadas anteriores. Un matrimonio encarnado por Jason Isaacs y Parker Posey que han llegado al hotel acompañado por sus tres hijos adolescentes. Al padre parece perseguirle un escándalo financiero por el que podría perder todo lo que tiene. La política de móviles cero del complejo, permite tener ignorante a su familia de lo que había en casa. Su estancia se convierte en todo un viaje espiritual, tras haber rumiado en muchas ocasiones la idea del suicidio antes de enfrentarse a lo que ha hecho. Los Ratliff eran candidatos a ser alguna de las víctimas del trágico final o al menos ser uno de sus causantes. Milagrosamente parecen salir indemnes y de camino a la redención tras enfrentarse a sus pecados.

Hacemos un pequeño paréntesis para centrarnos en una de las empleadas del hotel. Llega el momento de hablar de otra regla que se daba por hecha y que no se ha cumplido. Eso de que el que repite, muere. Yo tenía olvidado al personaje de Belinda (Natasha Rothwell), una de las protagonistas de aquella mítica primera temporada. Pero su personaje es el que ha servido para que la serie conecte con la muerte de Tania en la segunda temporada. Tania dejó tirada a Belinda que iba a montar su propio negocio de spa para irse con Greg. Cuando Belinda, que ha seguido trabajando en otros hoteles de la cadena, se encuentra a Greg en Tailandia, descubre qué le pasó a Tania. Esto la convertían en otra de las candidatas a ocupar el lugar en el ataúd en el episodio final. Belinda podría haber optado por delatar a Greg, pero también elige pasar página. De paso hay cinco millones de razones que le ayudan a tomar su decisión. Hasta Greg también parece que olvida las infidelidades de su actual esposa. Por cierto, que Belinda hace lo mismo que le hizo Tania a uno de sus compañeros del spa con el que también proyectaba montar su propio negocio.

Y nos hemos dejado para el final a quien no supo ni perdonar, ni pasar página. La extraña pareja formada por Rick (Walton Goggins) y Chelsea (Aimee Lee Wood), en la que no se sabe qué ve una criatura tan angelical como ella en alguien con ese aura de perdedor que desprende él. Rick está siempre malhumorado, es alguien que cae mal y no está muy claro cómo ha podido costearse el viaje de los dos a un destino tan exclusivo. Como su imagen dista mucho de la de ser un emprendedor de éxito, pensaremos que se dedica a negocios algo turbios. Creíamos que era del grupo de los que iban a Tailandia a ocultarse, pero a medida que avanzan los episodios descubrimos que su móvil es la venganza. Puestos a pensar en referentes ochenteros parece salido de La princesa prometida (Soy Iñigo Montoya, mataste a mi padre, prepárate a morir) pero al final la cosa deriva a otro clásico de la misma década, El imperio contraataca. Y no estamos hablando de que alguien acabe congelado en carbonita. Rick tiene varios encuentros con el objetivo de su venganza y siempre estamos deseando que no se deje llevar por su odio. Sobre todo porque sabemos lo que Chelsea sufriría. Cuando ya parece que todo puede tener un final feliz y se evitará la tragedia, todo se acaba desmadrando.

Cuando Tania moría al final de la segunda temporada, ella se veía como Madame Butterfly, arrastrada a un destino fatal que no puede evitar haga lo que haga. Rick se ve arrastrado a un final más de tragedia griega, donde no puede evitar hacer lo que había venido a hacer. Tristemente acaba arrastrando a Chelsea con él. Uno de los personajes más queridos de esta temporada. Hay fans que no perdonan a White que haya matado a Chelsea y los Ratliff hayan salido indemnes. Pero, si seguimos buscando referentes espirituales y religiosos, podríamos ver un guiño también al catolicismo. Chelsea ha hecho un papel de Mesías redentor y con su muerte ha limpiado los pecados del resto de los protagonistas.

White Lotus se convierte de esta manera en una serie ideal para esta Semana Santa.

Postdata moral: también el vigilante de seguridad, que había perdonado a unos ladrones del hotel con una dignidad poco habitual, termina liándose a tiros con Rick. Sabíamos que su pistola desaparecida acabaría disparándose. Lo que no sabíamos es que, con ella, también dispararía contra su propia inocencia.

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