El Ayuntamiento de Málaga, por mediación de su Área de Juventud, premia anualmente a jóvenes artistas malagueños a través de Las Muestras Culturales para Jóvenes ´MálagaCrea´, que incluye diversas disciplinas a concurso, entre ellas la Literatura. Fue precisamente el pasado viernes cuando se celebró en el Castillo de Gibralfaro la entrega de galardones de la última edición.

Dicha iniciativa municipal, de muy escaso presupuesto, se merece el buen lugar que ocupa en la consideración general del mundillo artístico de los jóvenes malagueños, debido sobre todo al empeño que los encargados de llevarlo a cabo demuestran cada año en mejorarla. Entre dichas mejorías, la fundamental, es la pretensión de no limitarla a un acto de entrega de premios con una pequeña dotación económica para cubrir el expediente político sino que demuestran verdadero interés en promocionar las obras vencedoras. Una de las ideas que están llevando a la práctica avaladas por dicho afán, es la de publicar los poemas y relatos premiados pero, a diferencia de otras instituciones de nuestra ciudad, no para almacenar los ejemplares en un almacén y usar alguno en una bolsa de protocolo, sino para, en la medida de sus posibilidades, distribuirlas. Así, entre otros, se llegó a un acuerdo con la Empresa Malagueña de Transportes para que se repartieran gratuitamente entre los usuarios que así lo solicitasen y pudieran, de este modo, amenizar el trayecto. Son microrelatos, Literatura escrita por jóvenes malagueños y que un jurado de demostrada valía ha considerado los mejores. Hasta aquí, todo perfecto.

Pero no. Mala suerte. La semana pasada le tocó el turno a uno que trata de un tema intratable. Y los temas intratables no pueden ser gratuitos y menos regalarse a quien se interese por ellos. Por mucho premio, promoción, traqueteo de autobús o mejor escritos que estén, no se puede hablar de sexo, que ya se superó la transición y vuelve a ser pecado, incluso entre los progres con hijos. No, si eres una joven autora desconocida y menos aún, si la protagonista del relato es lesbiana, se masturba o se imagina haciendo el amor frente a un espejo. Lo peor, que la escritora escriba "pene". Juzgan las madres lectoras que se escandalizan y hasta PRODENI, porque si es gratis, un niño puede interesarse, pedírselo al conductor, no aburrirse o marearse en el primer párrafo y, qué horror, terminar leyéndoselo.

He oído que el relato es pornográfico. Trata, precisamente de eso, de una mujer a la que la represión social, le obliga a imaginarse lo que quisiera ser, sin sentirse con fuerzas de llevarlo a cabo. Si lo hiciera, ya veo, que ciertamente, su conducta natural, la llevaría a convertirse a ojos de los valedores de la corrección moral única en pervertida.

El riesgo de que un niño se lea ese relato es mucho menor que el que se encuentre una escena subida de tono en la tele, o la portada de una revista explícita en el quiosco de sus "chuches". Nada de eso, creo, marcaría su vida tanto como alguna de las imágenes cotidianas del telediario.

Me temo que ya haya que ser cuidadoso hasta en la obra artística. Qué pena. Políticamente correcto o pornográfico, ese es el monstruo que estamos creando.