Enredando hasta el final, Ibarretxe ha decidido retrasar varias semanas la publicación de la Ley con la que pretende consultar al pueblo vasco sobre su futuro. La jugada, maquiavélica sin duda, pone en jaque al Gobierno central, en la medida en que le ata de pies y manos. Ya que, mientras la Ley no aparezca en el Boletín Oficial del País Vasco, no puede ser recurrida ante el Tribunal Constitucional, ni por tanto suspendida.

El Consejo de Ministros del viernes dio luz verde al recurso. Ya tiene el visto bueno del Consejo de Estado y sólo falta la firma del presidente del Gobierno, pero por mucho que aceleren mientras no se publique nada más se puede hacer. Ibarretxe, está consiguiendo que las ofertas de apoyo del PP se demuestren, en este tema, (esperemos que no ocurra lo mismo con el terrorismo) de una extrema fragilidad. Las acusaciones de dejación de responsabilidades al Ejecutivo van en aumento y las presiones también. El PP va a presentar su recurso y aunque no tiene la capacidad de suspender el referéndum, amenaza con adelantarse al Gobierno para demostrar que no se mueve.

Además, el tiempo ganado Ibarretxe lo piensa dedicar a una campaña de publicidad, cuya partida presupuestaria aprobara el ejecutivo vasco en los próximos días. Un de sus acciones va a consistir en una carta, que van a recibir en su domicilio todos los vascos con la papeleta de voto incluida, en la que se explica el porqué y el cómo de la consulta. Es decir, antes de que el Constitucional lo prohíba se sigue tensando la cuerda al plantear a la ciudadanía una ilegalidad. Porque Ibarretxe sabe que su Gobierno no tiene competencias para plantear este referéndum.

El problema terrible, que no entiende el lehendakari, es que la mitad de la población del territorio que gobierna sí se siente partícipe de una ciudadanía compartida con catalanes , gallegos, andaluces, extremeños, madrileños... Pero sobre todo, lo que no soportan es que los de las pistolas vengan a decir dónde comienza y termina la patria vasca. Ibarretxe, incumpliendo su palabra, lo que no va a contar en su carta es que, con las balas amenazando, no hay nada que votar.