´El País´ publica una encuesta donde aflora el pulso de la calle: hay crisis y la cosa puede ir para largo. En realidad, no es nada sorprendente el resultado del sondeo, basado por cierto en un número bajo de entrevistados (sólo 700), pero tiene especial valor ante la resistencia del presidente del Gobierno a aceptar la crisis. Se supone que al menos a partir de ahora cambiará de táctica y que se pondrá a trabajar un poco más en serio. España tiene asignaturas pendientes de carácter estructural que en algún momento deberá encarar, entre ellas la energía nuclear o una alternativa convincente, el peso del funcionariado en un Estado ya muy descentralizado, los privilegios de ciertos ámbitos profesionales que repercuten en la inflación y un sector servicios donde las autoridades de Competencia tienen mucho que arreglar para que bajen los precios. Con un país devorado por la inflación, al borde de la recesión y el paro subiendo, será casi imposible que el Gobierno no actúe con contundencia. Hay pocos motivos más importante que una crisis para convocar una Conferencia de Presidentes, salvo que este instrumento creado por Zapatero fuese para hacerse una foto. España ya no sólo se gobierna desde Madrid, sino que muchas de las medidas necesarias dependen de las comunidades autónomas. Ahora bien, teniendo en cuenta que en el Gobierno ni siquiera está claro quién abandera la lucha contra la crisis, no es de extrañar que Zapatero no se atreva a reunirse con los de fuera. Pero dado el lío que se le viene encima, ya cambiará.