La crisis económica le está pasando factura a Zapatero. Los ciudadanos le suspenden en las encuestas. Nunca había sido tan escaso su crédito político. Ha bajado, incluso, entre quienes le votaron el pasado mes de marzo. Hay razones para pensar que si se repitieran las elecciones, el PSOE las perdería. Todos los intentos de maquillaje semántico de la crisis económica se han revelado inútiles (para no llamar a la crisis por su nombre tanto el presidente como Solbes han rizado el rizo hasta rozar el ridículo llegando a hablar de ´desaceleración acelerada´). Pero los hechos son tenaces: el desplome del sector de la construcción y la caída del empleo sumada a la hinchazón de los precios que ha elevado la inflación al doble de la media europea han colocado a miles de ciudadanos en un registro de gran incertidumbre. Por no citar la angustia de quienes están sin empleo, tienen más de 50 años y una hipoteca a medio pagar.

Pero de estas cosas habla poco el Gobierno. Tampoco el partido en el que se apoya cuyas prioridades (a juzgar por las conclusiones de su reciente congreso) van por otros derroteros. Para los dos millones de trabajadores que están en el paro saber que hay un partido que va a profundizar en la laicidad del Estado, sin duda, es un alivio. Y que alguien, por fin, se apreste a regular la eutanasia, un consuelo. La verdad es que no me extraña el palo que le dan a Zapatero en las encuestas. Más de la mitad de los ciudadanos están convencidos de que el Gobierno que preside no sabe qué hacer para afrontar la crisis económica. Por eso le suspenden.