Infundir pesimismo no es lo más acertado en tiempos de crisis. Tampoco enmascarar la realidad con mensajes entusiastas que contengan palabras tan sonantes como fortaleza, solidez o futuro. El Gobierno aprendió la lección de al mal tiempo buena cara, pero este descaro ya no funciona. Las cifras cantan. Parece que nos habíamos habituado a los malos datos económicos difundidos con periodicidad, tales como la subida del paro, la inflación por los aires, la gasolina a precio de oro o el desplome de la vivienda. Pero lo peor estaba por llegar. Cerramos una semana de números rojos. Primero, la suspensión de pagos de la promotora Martinsa-Fadesa, ahogada por las deudas y la parálisis del sector inmobiliario. Segundo, el conflicto de Spanair, que despedirá a casi un tercio de su flota. Tercero, el informe del FMI que entierra toda esperanza de crecimiento antes de 2010 y sitúa a España como uno de los países de la eurozona más castigados por la coyuntura económica mundial. Ante estos acontecimientos, comienza a tener más sentido la frase recesión económica. El Ejecutivo reconoce el alcance de la crisis, pero no se pone de acuerdo a la hora de afrontarla. Por un lado, Zapatero habla de un país fuerte con las cuentas saneadas y capacidad de liderazgo, donde si arrimamos el hombro saldremos fortalecidos. Dice que los derechos sociales no se verán afectados por el contexto actual. Pero ¿qué ocurre con el ciudadano medio que vive con la soga al cuello y se tapa los oídos para no oir que su hipoteca sube otra vez? Nos preguntamos dónde está en este caso el bienestar social. Por otro lado, Solbes, coherente, habla de una situación muy complicada, la más compleja en su larga trayectoria como gestor económico por los numerosos factores que influyen. Reconoce que un paquete de medidas exprés no soluciona una crisis multifactorial internacional y que las estrategias deben ser comunes a la de otros estados. Europa aguanta el chaparrón como puede, pero va un paso por delante, pues supo digerir a tiempo el contexto actual. España comienza a tomar nota. La sociedad ya percibe la situación. Pero las previsiones no son optimistas y el pronóstico de crecimiento para 2009 apena rebasará el 1 por ciento.