El tiempo de rebajas es, en realidad, muy distinto, según el tramo del periodo. En los primeros días las aguas son una torrentera, en las que hay que moverse deprisa, y el pescador trabaja duro. Luego las aguas se van remansando poco a poco, hasta formar un curso largo y suave, tiempo de los pescadores sosegados. En la parte final, ya en pleno verano, el curso de las aguas se vuelve lento y turbio, desmañado, pero en algunos lugares se forman grandes pozos, de inusitada transparencia, en los que de forma imprevista se localizan piezas de buen porte. Este tiempo y zonas son los propios de los pescadores indolentes, que no dejan nunca que el tiempo les dé órdenes. Las rebajas, en fin, se van ahondando y expandiendo, y hay que dejar, para afrontarlas, que el cuerpo elija su momento. O sea, hay que hacer con ellas lo mismo que con cualquier otra concupiscencia.