Una reciente encuesta revela, bien que en la medida en que una encuesta puede revelar algo, que de cada tres españoles preguntados, dos están satisfechos con la desaparición del servicio militar obligatorio, en tanto que el tercero disiente y considera que la ´mili´ debería volver. Ese tercer ciudadano cuya opinión sobre el particular puede resultar en principio espeluznante, sobre todo para los que hemos hecho la ´mili´ y todavía soñamos a veces la pesadilla de que la volvemos hacer y que de nada valen nuestras angustiadas protestas ante la onírica y kafkiana Caja de Recluta, ese tercer ciudadano, digo, bien podría no ser exactamente un ciudadano, me explico, no uno arquetípico y lineal, sino varios, y que cada uno de esos cada tres juzgue que hoy podría ser de alguna utilidad la ´mili´ por muy diferentes razones y desde muy diversas sensibilidades.

El que esto escribe, y a pesar de que durante quince meses me sentí como prisionero del enemigo, no tendría inconveniente en que hubiera una especie de ´mili´ moderna (vida campestre, ´aventuring´, senderismo, piragüismo, tirolinas...) que los jóvenes hicieran los fines de semana y las vísperas de festivo, a menos que juraran por lo más sagrado (vale la moto, el coche y el móvil) no hacer botellón, entendiendo que el perjurio se sancionaría con trabajos para la comunidad, o sea, con trabajo. Además de contribuir a erradicar esa canallada que los zánganos borrachuzos, meones y horrísonos le hacen a la gente, el botellón, esa ´mili´ quimérica por la que votaría podría aprovecharse para instruir a los jóvenes en el tratamiento del usted y, por extensión, en los principios de urbanidad, que me parece que ´Educación para la Ciudadanía´ no va de eso. Es más, también se podría mandar a la ´mili´, pero a batallones de castigo, a los alcaldes que consienten por burdo electoralismo esa cosa fascista del botellón.