Opinión

Año de penitencia

En el mundo de las finanzas el año da sus primeros pasos con ropajes de penitente. El pánico provocado por el tsunami financiero cede paso a la perplejidad ante el fallo de todos los sistemas de control. ¿Cómo es posible que nadie viera venir la tormenta? Miles de millones invertidos en auditorias y el resultado fue el que conocemos: el mayor desastre financiero desde los tiempos de las Gran Depresión. Sólo Georges Soros podría presumir de tener carné de profeta -él advirtió sobre la crisis que se preparaba- pero con su fama de lobo especulador era un imposible pensar que su palabra sería escuchada por las ovejas a las que en tantas ocasiones había esquilado. Ahora, tras la tormenta, se escuchan voces que explican el por qué de tanta ceguera. Ronald Stern, consejero delegado de ´Stern Internacional´, tiene claro el origen del problema: "Los directivos -dice en una entrevista que publica ´El Economista´- siguen saqueando sus empresas sin aportar valor. Sólo hablan de números, no entienden de ilusión ni de proyectos". "Los tres grandes de Detroit (responsables de Ford, Chrysler y General Motors) fueron a Washington en su ´jet´ privado para pedir dinero. ¿Cómo es posible que actúen así en lugar de presentar su dimisión? -se pregunta Stern. No tienen decencia, eso es lo que está ocurriendo", concluye. Decencia, es pues la palabra clave para entender cuál es el camino que conduce a un cambio en las pautas gerenciales de las grandes corporaciones financieras e industriales que han sobrevivido al tsunami gracias a las ayudas estatales. Decencia para moderar la codicia. Los grandes de la banca, la industria y las finanzas ¿han tomado nota de los desastres que apareja la codicia, o, así que pasen los efectos del terremoto los lobos que ponen una vela a Adam Smith y dos al Becerro de Oro volverán a las andadas? El tiempo dirá sí han aprendido la lección.

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