Opinión

"Arcana imperii"

Esa expresión latina, con la que pensadores políticos de distintas épocas han aludido a los secretos del poder, no tiene, sin embargo, una traducción sintética y directa en nuestra lengua. Pues "razón de estado", que es la primera fórmula consagrada y de sentido parecido que se nos viene como más a mano, no es exactamente lo mismo. Con los "arcana imperii" siempre se alude, en todo caso, a la necesidad de los estados de mantener invisible al conocimiento público una parte -o toda, en el caso de las autocracias- de su acción. Que esa invisibilidad sea percibida por los ciudadanos -o súbditos- como necesaria para su propia protección es condición imprescindible para que sea tolerada. En la vieja discusión, fue la prensa la que, en nuestras sociedades occidentales, asumió pronto la misión de transformar los "arcana imperii" en "res publica".

También lo fue la Sociedad de Naciones, en sus inicios ilusionados como mecanismo que haría posible una paz perpetua, tras la Gran Guerra, dando estatuto público a las diferencias entre estados y públicos los diálogos y transacciones que les pusieran fin. Las sucesivas e interminables y encadenadas guerras, con la terrorífica amenaza de la "guerra final" nuclear, volvieron a acostumbrar a nuestras poblaciones a asumir, como coste de su precaria seguridad, los inevitables "arcana imperii". Algo así debe ocurrir en una sociedad civil tan amedrentada como la de Israel, -que siente como pecado original la propia existencia de su estado- que, con tan aparente docilidad, acepta convertirse en una sociedad en estado de guerra continuo, capaz de sobrellevar la leva militar constante de su juventud, o el bocado tremendo que a su trabajo y negocio cotidiano debe dar el presupuesto de Defensa, sin mayores alborotos ni rebeliones.

Pero es también del género de los "arcana imperii" la templada neolengua que se practica en la ONU y, particularmente, por parte de su secretario general; oigamos si no, a Ban Ki-moon a final de año, tras la retórica petición de alto el fuego en el Consejo de Seguridad a ruegos de la Liga Árabe: "Déjenme ser claro: condeno inequívocamente y en los términos más enérgicos los continuos ataques con cohetes por Hamás y otros militantes palestinos. Pero también condeno el uso excesivo de la fuerza por Israel". Bendita claridad...

Desde el orden de las condenas al clamoroso y freudiano "excesivo", todo es de una claridad meridiana. Es así, como comentaba con un amigo estas mañanas, como la misteriosa razón de los estados encuentra la mejor manera de no condenar nada. Recuerden, como hacía mi contertulio, la falsa condena de quienes, ya en los lares patrios, en lugar de condenar un atentado terrorista, lamentan la muerte de las víctimas. Imaginen, por fin, que un juez, en un caso de maltrato, condenara el ensañamiento excesivo con la mujer, pero no la paliza en sí. Pues eso.

Las razones arcanas del poder encuentran en estos días, quizá, su manifestación más excelsa -y esto hay que verlo con su poquito de humor- en la decisión del Estado Vaticano por desvincularse de las leyes italianas para su gobierno interno, como venía haciendo desde 1929 con los acuerdos de Letrán. Para justificar la decisión papal de que el último estado legalmente absolutista y autocrático del mundo se vaya a regir por el Derecho Canónico (como lo oyen) se escuda en la caótica acumulación legislativa del estado italiano, que la hace de muy difícil aplicación.

Eso sí que es "finezza" en la administración de las razones de estado. Es de fácil comprensión para todos que, en este caso, el Estado vaticano se cura en salud ante la previsible generalización de leyes europeas (e italianas) sobre el aborto, los matrimonios homosexuales o la eutanasia (un arcano para mí: ¿cuántos niños y mujeres habrá censados en el Vaticano? Tengo que buscarlo...). Ojalá los "arcana" que mueven a Israel, aunque muestre su inutilidad toda su historia como pueblo sin y con estado, a buscar de nuevo la "solución final" en una guerra, fueran tan fáciles de adivinar...

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