Opinión

Genocidio en cámara lenta

Cuando uno no quiere, dos no pelean, dice el refrán. Esta máxima será de aplicación muy extendida pero no rige en Palestina. La imagen que la realidad nos muestra es terrorífica. El ´matón´ del barrio es gigantesco, karateca de primera línea, con la cintura llena de armas. Tiene cogido del cuello al más pequeño de la vecindad, un alfeñique enfermo y subalimentado, al que destroza a golpes, tras haberlo encerrado, sin medicamentos ni comida, y haberle destrozado su casa. Cuando el débil prisionero consigue darle al matón una patada en las espinillas, el gigante hace grandes aspavientos, como si hubiera recibido una tremenda agresión.

El matón, Israel, tiene quien le escriba. Uno de sus defensores (columnista de ´The Washington Post´) puntualiza: "Ninguna nación puede tolerar que una parte de su población viva bajo las condiciones de los bombardeos" (llama ´bombardeos´ a la caída de cohetes lanzados por los palestinos). ¿Qué podría decirse, entonces, de Palestina, donde toda la población vive a merced de los bombardeos, de los misiles, de los tanques más modernos del mundo? Claro que no son una nación. Pero no lo son porque Israel se lo ha impedido durante 60 años. Tras guerrear con éxito contra los países árabes vecinos, Israel consiguió firmar tratados de paz con Egipto y Jordania. Entonces accedió, por fin, a admitir que Palestina fuera un pequeño Estado, troceado en dos mitades alejadas entre sí: Gaza y Cisjordania. A la muerte de Yaser Arafat logró presionar y controlar a su sucesor, Abú Mazén, con la inestimable ayuda de Estados Unidos, y éste se hizo con el control de Cisjordania. Pero Gaza quedó en manos de Hamás, grupo vencedor, horror... ¡en elecciones democráticas´. De modo que la única resistencia ante el poder israelí quedó reducida a la ínfima franja de Gaza, un territorio de menos de 400 kilómetros cuadrados (más reducido que el Parque Natural de los Montes de Málaga). Ahora, la maquinaria bélica israelí ha partido en dos el minúsculo enclave y va aplastando toda resistencia. La justificación: tenemos que apretarle más el cuello para que no siga lanzando patadas.

Viendo que el prisionero va mostrando el rostro azulado de los moribundos, los críticos moderados de Israel ya no le piden que lo suelte y lo deje vivir, sino apenas que afloje un poco la mano que ahorca. Al cerco que mantiene una Gaza aislada, de la que nadie puede huir, contribuye decisivamente Egipto, que tiene destinada una fuerza militar en la frontera para impedir que los palestinos busquen refugio en su territorio.

Sospecho que nunca hemos visto cometer un genocidio tan publicitado. Como en una película en cámara lenta, observamos las muestras inequívocas de la ferocidad con que se ejecuta. Es como si los turcos hubieran mostrado cada día los cadáveres de los armenios que aniquilaron. O como si los rusos hubieran dado alborozada publicidad a las masacres y torturas de los prisioneros chechenos. O como si Hitler hubiera invitado a los periodistas a visitar sus campos de exterminio.

Bush, a punto de jubilarse, ha podido atreverse a decir que el ataque de Israel era ´defensivo´. La presidencia checa de la Unión Europea afirmó algo similar, aunque al día siguiente tuvieron que desmentirlo, con una escueta explicación: fue "un malentendido". Esta vez, la ONU ni intentó votar una resolución condenatoria ya que Washington impidió siquiera una mera declaración o una mísera petición de alto el fuego. Si el espectáculo de destrucción protagonizado por Israel es atroz, el modo cómo los países árabes se han desentendido resulta escalofriante. Pero lo que resulta increíble es que la ´comunidad internacional´ se muestre absolutamente paralizada. Y que la ´gran esperanza negra´, Barack Obama, se mantenga en un clamoroso silencio. Es como si el futuro presidente hubiera pedido a Bush que le hiciera todo el trabajo sucio para que después el más mínimo gesto suyo pueda ser saludado por el mundo como signo de su anunciado ´gran liderazgo´. Pero lo que está consiguiendo es destruir anticipadamente las ilusiones que había alimentado.

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