Opinión
Con sus juguetes
Salen los presidentes autonómicos de Moncloa, de uno en uno, o de tres en tres, contando con los dedos el porcentaje de presupuesto que van a administrar, como si la crisis económica más grave tras la II Guerra Mundial no existiese; como si el imperdible que sujeta el frágil equilibrio entre Pakistán y la India fuera una viga de hormigón; como si la guerra de Gaza fuera un asunto de la CNN, y como si China no estuviese en vísperas de sacudidas que no van a ser un asunto interno.
Con esa contundencia con la que los impotentes hacen gala de su fortaleza, golpeando el puño sobre la mesa de la taberna, los llamados líderes europeos llaman al orden a Israel, como antes les dijeron a los terroristas profesionales de Hamas que fueran buenos chicos y no tiraran cohetes que podrían hacer pupa, y con el mismo y eficaz resultado.
Las condenas de los grandes líderes europeos y de las grandes líneas de ferrocarriles causan el mismo efecto en el ejército israelí que la pronunciación de una jaculatoria ante un infarto de miocardio. Mejor dicho, menos, porque la fe puede mover montañas ignoradas, pero las firmes condenas llevan consigo tal falta de confianza en sus efectos, que todavía no me explico como no les entra la risa, puede que por esos cadáveres de niños, por esos corderos inocentes que son inmolados entre la palabrería occidental, la tradicional corrupción palestina, el terrorismo aupado por las urnas, y la misma hipocresía internacional que permite los genocidios en África.
Menos mal que nuestros líderes autonómicos, más o menos radicales, más o menos nacionalistas, más o menos pequeños burgueses, cuentan los garbanzos de los que dispondrán en su virreinato, ajenos al mundo. Si hubieran vivido en Bizancio, no les hubiera pillado la invasión discutiendo del sexo de los ángeles, sino de la sacrosanta, enaltecida, y balsámica financiación autonómica.