Opinión

400 kilómetros cuadrados

Se acabó la Navidad más triste en Tierra Santa. La semana pasada acudí a una concentración en Calle Larios, promovida por varias asociaciones malagueñas, en protesta por los cruentos atentados que sufre la población civil en el lejano Oriente Próximo. Arriba titilaban los adornos navideños de nuestra austeridad y a los lados, los músicos ambulantes, ilegales de nacimiento sin estrella, pedían un aguinaldo que echarse a la espalda. A medida que fuimos avanzando por la calle histórica, se cruzaban los reyes magos, por el Este y el Oeste, cargaditos de regalos que portaban estresados en las mejores bolsas de diseño de papel no contaminante. Alguno que otro se unió al paseo hasta que a la altura de la plaza de la Constitución, esa misma que vela por los derechos de los que hemos tenido la suerte de ser ricos en crisis, democráticos y occidentales, se contaba por un centenar ya nuestra comitiva. Allí, a los pies de un escenario improvisado, nos congratulamos de lo bien que sonaban los villancicos que interpretaban los músicos de la banda municipal. Faltaba el turrón para convertir en entrañable aquella marcha por los desprotegidos en Gaza, abrigaditos que estábamos, bien comidos y eufóricos por buenas personas. Ahora bien, me pregunto yo, qué pintaba aquella pancarta que rezaba de forma atea "judíos asesinos" entre tanta navidad. Yo no me atreví a decir nada. Los organizadores tampoco. Aquella esvástica me dejó mudo hasta que en la plaza del Carbón, la que nos merecemos algunos, se leyó algún que otro manifiesto bien intencionado y sin micrófono. Y cada uno para su casa, a otra comilona.

Un millón y medio de personas sin agua, sin luz, con poco pan que imaginarse, esperan su hora en una franja. Son los muñecos del pim pam pum de un potente ejército en maniobras. Personajes de un videojuego cuyo lamento los lleva a no ser considerados miembros de ningún país ni residentes de ninguna ciudad que no comience por un campo de refugiados. Su pecado es su raza, su cultura, su soberbia y haber elegido democráticamente, por más del 65% de los votos, a una facción radical para que los gobierne. Es mentira, Hamás no tomó el poder por la fuerza ni ha dado ningún golpe de ¿Estado? La supervisión internacional en las elecciones concluyó con que no se habían producido irregularidades. Daba igual. Para que un gobierno sea legítimo en algunos lugares sometidos, Occidente debe dar el placer. Y EEUU, la UE, Rusia y la ONU congelaron sus ayudas a Palestina porque no les había gustado el resultado.

Dicen que el Estado de Israel, aquel en el que gobierna el miedo de la población al terrorismo por encima de cualquier ideología, está llevando a cabo una operación defensiva y no seré yo el que lo niegue. El pasado 19 de diciembre, Hamás dio por finalizada una tregua unilateral de seis meses y comenzó de nuevo con los cohetitos, una pataleta muy cara, en respuesta al bloqueo israelí, único del mundo en el que incluso la ONU padece un embargo que le prohíbe el paso de alimentos y combustible para que sus propias agencias asistan a la población. El relator especial de la ONU para los territorios palestinos, el hebreo Richard Falk, pidió hace unos días "aplicar las normas que protegen a la población civil palestina de las políticas de castigo que suponen un crimen contra la humanidad". Y la política defensiva del gobierno israelí, lo ha expulsado de la tierra prometida.

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