Opinión

Propósitos

Este año me he propuesto no dejar de fumar y no aprender inglés, a ver si por esas consigo quitar los michelines y entrar en el bikini. Vivimos la transición calendaria como si hubiera llegado el momento en que el presente se hace futuro o el futuro se hace presente y eso nos trastorna. Los propósitos nacen en medio de esa presión y la realidad es que algunos no se pueden conseguir ni con un año a estrenar. Hay propósitos de año que, según a quién, le pueden ocupar un siglo o más. Yo no sé cuántas vidas necesitaría para ganar lo que ha hecho perder Madoff este año pero es porque no invierto a corto. Madoff sí: no tuvo en cuenta el futuro a largo plazo pero lo atrajo a corto. Antes de que le dieran su inversión el ya tenía preparados los beneficios. Y funcionó durante 30 años, el tiempo del futuro a largo plazo.

Ni todos los propósitos son buenos ni dan los resultados apetecibles. Michael Jackson se propuso ser blanco y con el tiempo lo logró pero la mayoría de la gente piensa que mejor se hubiera quedado con el color que traía de serie. El deseo de Donatella Versace de ser guapa acaso no sea más encomiable que el resultado.

Zapatero se empeñó en sentarse en el G-20 y quizá le asistiera la razón antes de que le asistiera Sarkozy, cediéndole galamente el asiento, pero sólo mes y medio después dicen los analistas que aquella foto de familia capitalista no sirvió para nada. Quedaron para cenar -buen provecho- y refundar el capitalismo a los postres pero, ocupados como están en sostener las columnas del sistema para que no se les caiga encima, ni refundación ni Cristo que lo fundó. El propósito era que España tenía que estar ahí, como los demás, para nada.

A veces distinguir un propósito de un despropósito es tan difícil como distinguir un fondo estructurado de deuda colateralizada de alto rendimiento de un fraude. Este año no me haré propósitos a propósito: ni refundar el capitalismo, ni salvar a la familia cristiana de Rouco Varela ni empezar a comerme las uñas.

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