Opinión
Dios va (o no) en bus
Comenzó en los autobuses de Londres, siguió en los de Madrid y es bastante posible que pronto veamos en los de Málaga esa campaña que dice "Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta la vida", campaña que, desde el punto de vista meramente publicitario, ha logrado el objetivo básico y fundamental, que es estar en boca de todo el mundo a pesar de tener un ´claim´ o eslogan bastante malo, pues da por hecho que creer en la existencia de Dios produce preocupación y dificulta disfrutar de la vida, y ninguna de las dos cosas son ciertas ni probadas. Tampoco lo contrario es incuestionable, o sea, que no creer en ningún tipo de divinidad sea algo esencialmente malo y cause un mal irreparable a nadie.
Personalmente, me gustan las religiones que no hacen proselitismo, y por eso me gustaba además el ateísmo, porque me cae bien la gente que no trata de imponer sus creencias ni por la fuerza de la razón ni por ninguna otra. De modo que se me ha venido al suelo un mito al ver a los ateos reunirse para poner unos euros y pagar campañas de publicidad (quizás porque habían leído esos versos del maestro Alcántara que dicen que "y hay un hombre de pie sobre mis huellas/ indefenso y sonoro, a ras del suelo,/ que se irá mientras hacen las estrellas/ propaganda de Dios allá en el cielo" y querían contrarrestar) que convenzan a los demás de lo que ellos ya están convencidos, con lo bien que estaban en su papel de librepensadores y dejando al prójimo que hiciesen lo propio, o sea, aquello que le viniese en gana.
La religión, o su carencia, debiera ser un asunto estrictamente privado y, más concretamente, íntimo, algo que no debería importar, ni ofender, ni preocupar a nadie más que al interesado. Estamos siempre demasiado preocupados por estos asuntos, sin darnos cuenta de que al final pudiera acabar pasando lo mismo que con las anteriores e igualmente únicas religiones verdaderas, que el paso del tiempo las neutralice. Hubo una época en que Zeus era el indiscutible padre de los dioses y no creer en él y en el Olimpo al completo era una herejía. Hoy, cualquier que se declarase un ferviente seguidor de aquella legión desmesurada (y divertidísima) de deidades sería tomado por loco en el mejor de los casos.
De todas formas, si ha de haber una guerra entre creyentes y ateos, mejor que sea una guerra publicitaria, dirimida en los chasis de los autobuses y en las páginas de los diarios. Será menos cruel y, en todo caso, bastante más soportable que esa gente empeñada en matarte por ser un ´perro infiel´ o que esos otros que no tienen nada mejor que hacer un domingo por la mañana que llamar a tu puerta para darte la tabarra.
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