Opinión

Mutilación por decreto

La higiene personal no siempre es incruenta ni exquisitamente jabonada. A veces implica actos desagradables y poco recomendables para las institrutices de una pieza. Yo, por ejemplo, he decidido mutilarme. No se preocupen, para estas cosas, soy muy discreto. Prometo no hacerlo en público ni desplegar un cadalso con traviesas y patitos de goma de los que despiertan el interés de los jubilados. La mía, será una ejecución limpia, casi espumosa. Únicamente me falta perfeccionar la técnica. En cuanto descubra la metodología de los cortes parciales, lo haré sin ritos ni arrepentimiento. El sacrificado será el oído. Al menos, buena parte de él, justamente la parte sensible a mensajes que no han asumido un proceso de selección subjetiva como requisito previo a su consumo, lo que implica a todas las informaciones que, dicho de otra forma, nos importan un rábano. Probablemente, lleven razón. Mutilarse es una decisión exagerada y poco concuspicente, pero uno no tiene ánimos para proyectos más pretenciosos. Mi objetivo es dejar de oír en los taxis las alocuciones de Jiménez Losantos, no reconocer las canciones de Sabina y dejar de estar al tanto de las elecciones del Real Madrid. Con este último asunto la flagelación no es bastante. Merecería desplomarse en un campo de ortigas o romperse la crisma contra un bloque de hormigón, a ser posible propiedad de Construcciones y Dragados. Leo en la portadas de la prensa nacional que Ramón Calderón despide a Nanín y Bárcena por el amaño de la asamblea y juro que no comprendo nada. Lo único que me es familiar es el nombre del primer tipejo, una suerte de marqués con pinta de ganadero aficionado a los toros cuyo nombre coincide con otro señor de ánimo igualmente pucherista, en la actualidad presidente de México. Seguramente el asunto suscitará comentarios en los cafetines y en las inmensas colas del paro. Uno se pregunta qué ha pasado con este país para que el ciudadano medio conozca los nombres de los directivos de un club de fútbol. El oído no es desmontable, pero explica demasiado.

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