Opinión
La huelga
La huelga era el arma única de los obreros contra el poder, de la llamada "clase trabajadora" contra el patrón, y como tal fue concebida y desarrollada durante muchos años. Nunca se imaginó que la podría usar el poder contra el poder mismo, y por eso ahora todo el mundo anda discutiendo si los jueces pueden o no hacer huelga, si les asiste el derecho de cruzarse de brazos para conseguir sus reivindicaciones.
No estoy seguro de que un día de paro, o unos cuantos, empeore definitivamente lo que ya de por sí mismo está muy deteriorado, el sistema de justicia en España. Poco va a notarse el atraso de unos días en el proceloso mar de los miles y miles de expedientes que durante años (muchos) esperan amontonados en cualquier parte (porque hace décadas que no caben en los archivos) a que les llegue el turno.
Quizás eso es lo que temen quienes aseguran que un poder del Estado no puede hacer huelga, que se note que apenas se notará. Quienes han esgrimido el argumento de que un paro de los jueces sería como si los diputados o los ministros se negasen a trabajar tal vez no han pensado que a lo mejor tampoco se advirtiera demasiado que un día sin diputados no sería para tanto (los hay a menudo, bien por sus largas vacaciones, bien por su alto absentismo), que al cabo el país seguiría funcionando, habría pan caliente en las panaderías por las mañanas, seguiría saliendo agua de los grifos (a pesar de que la Junta nos haya mangado la Confederación, digan lo que digan), los autobuses llevarían a la gente a sus afanes y todo sería como siempre. Personalmente, le temo muchísimo más a una huelga de basureros o de transportistas o de médicos que a una huelga de jueces.
De todas formas, tal vez por la falta de costumbre de tener que pedir justicia, puede que el modelo de protesta no haya sido bien elegido por los jueces. A nadie le parecería mal que hiciesen una a la japonesa, que trabajasen más y con más ahínco, que despejasen un poco el atasco de casos que inunda los juzgados españoles, y a lo mejor a partir de ahí veríamos con mayor simpatía sus sin duda justas reivindicaciones, que tal vez, al menos en una parte, deberían ser las nuestras. No es posible seguir manteniendo un sistema judicial tan obsoleto, anclado en su propia burocracia, que no ha acometido la incorporación a la tecnología, en el que los juzgados no están conectados unos con otros y no pueden cruzar datos como sí los cruzan otras administraciones, por ejemplo Hacienda, haciendo imposible que un juzgado de Málaga sepa si un ciudadano tiene causas pendientes en uno de Cuenca (incluso en uno de Málaga).
La huelga es un arma poderosa, pero puede volverse contra quien la utiliza si no sabe muy bien cómo manejarla. Podría resultar que acaben descubriendo que la huelga sólo es efectiva si se nota.
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