Opinión
Renovar el forro
Si las rebajas fueran un estado de ánimo, el nuestro está por los suelos. Lo digo porque me acerqué ayer a tres o cuatro grandes superficies, para ver el ambiente, y volví a casa más triste de lo que había salido. Los compradores (es un decir) iban de un lado a otro como si hubieran caído en el purgatorio. Lejos de comprar, hacían tiempo, o lo mataban, mataban el tiempo, que en época de crisis se hace más largo de lo habitual. Vi las camisas y las chaquetas y los pantalones colgando trágicamente de sus perchas como peleles, como ahorcados, como trapos, como banderas de un país roto o en las últimas. Dios mío, me pregunté frente a una cazadora que costaba un 60% menos que hace cuatro días, ¿cuándo me engañaban, hace cuatro días o ahora?
Estas rebajas de excepción, estos chollos, hunden al consumidor en una duda metafísica. La rebaja excesiva afecta al valor moral de la prenda. De repente descubres que era una porquería antes y después. Y te revelas, claro, contra ese engaño. Pues no lo compro hoy que puedo, ya que intentaron engañarme ayer, cuando no podía. Ocurre con la ropa algo parecido a lo que sucede con los pisos. Están bajando, sí, de vez en cuando salta una oportunidad que la gente deja pasar. ¿Por qué? Porque no era eso, Dios mío, no era eso. No estaba la felicidad en esa cazadora de piel con forro de seda, ni en esa falda con volantes, ni en ese traje que a estas alturas parece una mortaja. Tampoco estaba en ese apartamento por el que estuvimos a punto de endeudarnos para el resto de nuestra vida.
Curiosamente, la única sección de los grandes almacenes donde vi cola era la de la ropa interior de caballeros. Había muchos hombres y mujeres comprando calzoncillos y camisetas, es decir, lo que no se ve, lo que viste las partes pudendas y el alma, por decirlo de una manera cursi. Y eso que las rebajas, en estos productos, no eran escandalosas: del 10% ó del 20%. Qué curioso, me dije. Si las rebajas fueran un estado de ánimo (y quizá lo sean), es evidente que estamos un poco deprimidos. Pero se trata de una depresión estimulante, de las que le invitan a uno a volver la mirada hacia dentro, es decir, a renovar el forro.
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