Opinión
De dimitir, ni hablamos
Abunda la gente curiosa, sobre todo entre los periodistas del corazón y los científicos. Mientras que los primeros se empeñan en abrirle las tripas al primer famosillo que encuentran, los segundos pretenden abrir la tumba del primero de los astrónomos, el célebre Galileo, para encontrar su ADN y saber hasta qué punto era ciego. Aunque, a primera vista, la idea parezca una soberana soplapollez, el director del Observatorio de Arcetri considera que averiguar esa componente psicológica supondría un avance grande, casi crucial. Chi lo sa. La Ciencia tiene razones que la razón no entiende. En París, junto a la maravillosa Torre Eiffel, está maravillando ahora el llamado ´homo antecessor´, quien, como su nombre indica, es el tatarabuelo más lejano en el tiempo de nuestro tatarabuelo de Atapuerca. Los fósiles de la exposición que se muestra en la capital francesa tienen un millón de años y aquí siguen, lo que demuestra la férrea voluntad de permanecer que arraiga en el género humano.
Del homo sapiens sapiens, llamado repetidamente así pese a la existencia de Sofía Mazagatos, por lo demás bellísima, han descendido muchas criaturas, desde Atila y Stalin, valga el pleonasmo, al bendito Gandhi y el benemérito piloto que el otro día amerizó el avión sobre el río Hudson. Siendo de tan distinta calaña, todos coinciden en su vocación de permanecer aquí. El problema surge cuando se obstinan en permanecer no a secas, sino empapados hasta el tuétano en el cargo público y notorio que ocupan. Los militares que llegan a tener el privilegio de gobernar sus países, siempre por métodos espúreos, son criaturas con una especial querencia a la permanencia. Ciñéndonos sólo al siglo XX, la lista, por desgracia para la humanidad, es tan larga como sus innumerados crímenes: Hitler, Lenin, Stalin, Franco, Tito, Ceaucescu, Trujillo, Fidel Castro, Amín, Bocassa, Videla, Viola, Galtieri, los Somoza? Pufff. El penúltimo espadón de Hispanoamérica, el impresentable Hugo Chávez, acaba de enmendar la Constitución para mandar allá toda su puñetera vida. La enmienda ha sido aprobada en la Asamblea Nacional de Venezuela por ´mayoría evidente´. Qué sarcasmo.
Lo único que, en verdad, resulta evidente es el empeño de tantos sapiens poco sabios en aferrarse al poder. En España tenemos ejemplos diarios de alcaldes y alcaldesas, de ministros y ministras, ya los lectores saben. Nuestro último caso doméstico, sin ningún asomo de comparación con los personajes sanguinarios citados, es el de Ramón Calderón. Parece probable que este hombre tramposillo no haya sido el más golfo de los presidentes del fútbol español, pero sí el más chapucero. Apoyado por un grupo mediático, llama la atención el trabajo que le ha costado largarse. Y también que sólo lo haya conseguido la presión de otro grupo mediático. Viene aquí a cuento porque dijo la frase estándar de quien no se quiere ir de su poltrona ni a tiros: "Dimitir es de cobardes". No, querido tito de mi ahijado, no. Dimitir, en bastantes ocasiones, es de personas decentes. Y quedarse, en el caso de Calderón, no digamos de alcaldes y alcaldesas, de ministros y ministras, ya saben, es, simple y llanamente, de jetas.
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