Opinión

Antes y después

Tengo delante una foto, publicada ayer, de los matrimonios Obama y Bush ante la Casa Blanca. La foto lo cuenta todo. Obama, con abrigo oscuro terso e impoluto, se muestra hierático, serio, urgente, y su mujer, con gesto preocupado, no sabe bien qué hacer con las manos. Bush luce un abrigo arrugado y mucho más creíble, ladea la cabeza al saludar y estira una sonrisa nostálgica, mientras su mujer se muestra radiante. Dejemos por un minuto filias, fobias y credos. Esa foto refleja la fuerza curativa del poder. Bush ha hecho mucho daño al mundo, pero sale curado, creo, de sus demonios mesiánicos; tanto, que, si pudiera empezar ahora, sin rastro de pasado, tal vez sería un buen presidente. Obama llega aquejado de grandes y maravillosas visiones. Sería deseable que, sin perder su fuerza creadora, curase pronto de su espuma ilusoria, y desde luego a costa de menos estragos que su antecesor.

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