Opinión

Hoja de ruta

Nunca me he distinguido por mis habilidades en la superación de conflictos. Ni los míos ni los ajenos. Más allá de lucir un vientre penosamente búdico, jamás he sido bendecido por los elásticos dones que prescribe la sagacidad diplomática. En una ocasión, intenté, incluso, mediar en una trifulca y casi pierdo un ojo, lo que no resulta alentador a pesar de mi cada día más constratada voluntad de cíclope. Aún así tengo que decirlo. El asunto de la guerra se está volviendo muy turbio. Sé que me juego el tipo al inmiscuirme, que me expongo a la crítica y los balazos de frentes e indecisos, pero es una decisión moralmente impostergable, casi suicida. Las cosas han llegado demasiado lejos. Temo que derive en la creación de un partido político, que se obtenga representación en el Parlamento, y haya escisiones con cédulas dispuestas a la lucha armada. No entiendo por qué no se puede buscar una coexistencia pacífica, un espacio pastoso y conciliador que sirva para unir más allá de las diferencias de credo. Lo intentaron serbios y croatas, kurdos y griegos, pero parece imposible entre malagueños y sevillanos. Las alocuciones por la paz no han servido de nada. A veces uno tiene la sensación de que ni la fórmula medieval de los matrimonios mixtos serviría para atemperar los ánimos. A mí, por ejemplo, el conflicto se me escapa. Estoy a punto de solicitar la intervención de la ONU. Tengo una propuesta de pacificación que deja el Camp David a una altura bituminosa. Primero pensé en inventar una frontera, llamémosle Córdoba, y repartir el territorio como en el tratado de Utrech, pero la rechacé por la posibilidad de futuros asentamientos ilegales. La clave, me convenzo ahora, está en la cultura. La Unesco podría patrocinar academias de idiomas, clases prácticas en las que se instruyese a decir "mi alma" en Antequera y "canijo" en Triana. A veces, todo esto me parece una patochada. Jamás habrá paz, pienso, a menos que ambas provincias estén gobernadas por un todopoderoso habitante de otra galaxia, por ejemplo, Jaén. O no. Algunos dicen que ya pasa.

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