Opinión

La máquina de hacer dinero

El Ayuntamiento de Málaga trenzó ayer tres convenios urbanísticos que le van a reportar 93 millones. En esta época de crisis en la que el sector público se convierte en verdadero generador de obras y empleos (ahí está el plan Zapatero), los ayuntamientos, tan lloricas en otras ocasiones, se alzan (también y como parte de ese sector público) como grandes negociantes, entes que generan caja, ‘cash’, que diría un americano. Aquí no hace dinero ni Dios pero un Ayuntamiento con un giro de muñeca y un debate de paripé en una comisioncita de urbanismo se mete en el coleto pasta gansa, parné, pelas. En esta época de tiesura total las instituciones sustituyen como elementos dinamizadores a las empresas, por mucho que estos convenios tengan bastante de huida hacia delante. Un momento: de huida hacia atrás también. Hacia atrás en el tiempo, dado que la política de sacar dinero del suelo, de los convenios urbanísticos es tan vieja como los propios ayuntamientos, si bien en aras de la justicia histórica y de dar a cada cual su mérito, fue con Gil a principio de los noventa cuando comenzó a utilizarse más y cuando el que fuera caudillo de Marbella enseñó a todos sus colegas de la costa cómo hacer determinadas cosas. Y las hicieron. Juzgue cada cual la bondad de esos convenios, que generan dinero virtual que no puede gastarse en lo que sea o se quiera, que en parte (como en el caso de Arraijanal es en forma de avales) puede quedarse en papel mojado por el veto que pueda interponer la Junta a la construcción. Veto que vendría por los informes negativos medioambientales o porque al propio privado, dueño legítimo de sus terrenos e intereses, no le dé gana alguna de construir. Eso sí, en el presupuesto municipal sí puede meterse. Enjuga déficit.

El principio del fin

Malestar entre algunos trabajadores de la Cuenca Mediterránea, antigua Confederación Hidrográfica. La delegada de Medio Ambiente se llegó ayer a la sede y ocupó el despacho de Rodríguez Leal. Eso tiene su lógica como nueva responsable en Málaga de la política de aguas (cuya dirección se radicó en Sevilla) que es. Lo malo es que se llevó a alguna persona de confianza. Los trabajadores entienden que si traslada allí a su equipo algunos puestos estarán duplicados y se perderán del catalogo de puestos de trabajo de la Cuenca. De hecho, si cesaron a Rodríguez Leal, que era director, y su función la asume la delegada ya es una pérdida de peso de ese organismo. En fin, si ya lo hemos escrito hasta la saciedad: la reordenación de las políticas del agua a lo mejor hasta redunda en una mejora. Vale. Pero se centraliza absurdamente. Y la Cuenca va camino de desmantelarse. Por si a alguien le quedara alguna dudita.

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