Opinión
Mejor
Las palabras son aire y van al aire, pero de ese aire respiramos. Por eso hay que celebrar la vuelta a las palabras que están cargadas, pero no de plomo, sino palabras como labios que buscan el beso con la inteligencia ajena porque son soportes del futuro que contienen. El discurso de investidura de Obama, visto desde un sofá malagueño, devuelve palabra a palabra los valores expulsados por la orgia financiera a su sitio.
Desde un sofá malagueño que es un peligro para el desempleado, una tentación para el abandono y el desánimo cuando según los últimos números, los que ha hecho Unicaja (que no significa los mismo Caja Uni-ca) en su informe de Analistas Económicos de Andalucía, el actual 16% de paro en al provincia se va a convertir en un 20% en unos meses, y los 138.000 parados malagueños actuales llegarán a 170.000. Así que ánimo, y cuidado con el sofá y con los bancos al sol del parque.
Visto desde esta realidad, la voz de Obama brilla como ese sol de invierno tan de aquí, en medio de nubes que sabemos cargadas de tormenta. Su claridad a la hora de decir lo que parece que piensa sin necesidad de mover las manos al unísono de manera más o menos ensayada, y sin separar los codos del costado como sólo le saldría bien a un pájaro, te vacuna contra la confrontación permanente de nuestros pequeños políticos grandemente instalados, aparentemente tan cómodos en el poder como en la eterna oposición andaluza, por ejemplo.
Su mirada serena, la sonrisa a su mujer cuando le sostenía la Biblia -qué lejano todo de la laicidad política tal como la entiende quien esto escribe, y sin embargo cuánta naturalidad en ese rito tan americano-, mientras juraba su cargo ante el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts; la normalidad de su sonrisa, hartos de ver tantas sonrisas forzadas que se cuelgan de los rostros de los políticos como bocados de caballería, o que les agarra los carrillos como una carantoña extemporánea de una madre que les deja cara de tontos sin remedio -le pasaba mucho a Bush-.
Obama tiene el don de las palabras y parece que te las dice a ti, no al pueblo, a ti, con ese estilo influenciado, supongo, de los predicadores negros, vino a decir que vuelven las palabras que trasladan valores contra el silencio cómplice del dinero para unos cuantos caiga quien caiga. Y no trenzó un gran discurso para la historia, porque ya no era necesario. Obama en la escalinata del Capitolio construida por esclavos, su padre keniata, su madre de Nevada, su abuela incansable, la escalera hacia el cielo trabajada con talento, esfuerzo y dignidad, eran ya el discurso.
A pesar de la crisis, siempre hemos estado mejor que antes. El siglo XVII fue mejor que el X, para el ser humano. Y así consecutivamente en progreso científico y en derechos adquiridos. Y ahora, a pesar de la que tenemos encima, y aunque se frustren esperanzas excesivas en el primer presidente mestizo del ´imperio´, sólo la imagen de Obama en la Casablanca hace que estemos mejor que antes.
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