Opinión
Desconfío
El escepticismo es, o debiera ser, enfermedad profesional para los periodistas, y quienes no la padezcan deberían hacérselo mirar. A mí me la diagnosticó mi hermano electo Agustín Lomeña al poco de empezar a ejercer el oficio, una de esas tardes en la redacción del olvidado El Diario de la Costa del Sol, cuando todavía resonaban las últimas máquinas de escribir antes de ser sustituidas por los teclados de ordenador. Agustín me dijo, creo recordar que literalmente (la memoria es una de las pocas cosas que me han salido buenas, sin duda mucho mejor que el estómago) "en esta profesión acabas siendo un escéptico incurable". Tenía razón, como casi siempre, y aquí estoy, después de haber visto horas y horas de televisión y haber ojeado/hojeado cientos de páginas de periódico sobre el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, en quien están puestas todas las ilusiones, todas las esperanzas, y cuyas alabanzas cantan una innumerable corte de escribidores.
Pues yo desconfío. No las tengo todas conmigo. No termina de convencerme este hombre demasiado elegante, demasiado moderado, demasiado bueno, demasiado todo para ser verdad. Después de haber sido testigo en primera línea durante dos décadas de las puñaladas que pueden llegar algunos a dar para alcanzar un puesto en una lista para las municipales en una capital de provincias, o lo que es capaz de hacer mucha gente para ser un simple diputado, me imagino horrorizado hasta dónde debe estar dispuesto alguien para llegar, nada menos, a presidente del gobierno de los Estados Unidos, que hoy por hoy es asimilable a emperador del universo mundo.
Debe uno ser muy ingenuo o estar muy desinformado (mal que aqueja a la inmensa mayoría de la población, esa que sólo se alimenta de lo que dice la tele) para creer que a tan alta cima se llega desde la nada, desde abajo, sin más apoyo que una ideología buenista y un fluido verbo, cuando en realidad a la presidencia de los Estados Unidos sólo se alcanza con el apoyo de los grandes grupos económicos, con sus aportaciones, y estará por ver que todo eso sea gratis y altruista.
Por eso desconfío. Porque sé que no puede ser libre quien debe mucho, y sospecho que para ser presidente de los USA uno debe tanto, tanto, que debe hasta de callarse.
No será difícil que el sustituto del insufrible George Bush mejore sensiblemente su gestión, porque para ese viaje no hacen falta demasiadas alforjas, pero de ahí a pensar que el nuevo presidente va a ser capaz de solucionar la terrible crisis económica y financiera, lograr la paz en Oriente Medio y eliminar el enorme riesgo del terrorismo internacional, haciendo que Oriente y Occidente se entiendan o, al menos, se toleren, creo que hay un largo trecho. Lo mejor de Obama, hasta el momento, es las expectativas que ha generado, pero que no pasan de ser eso, simplemente expectativas, y deberíamos, al menos los periodistas, ser un poco más prudentes y esperar a ver cómo se va desenvolviendo en los próximos meses.
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