Opinión
Garmendia
Creo que he escrito antes que la ministra Garmendia, la responsable de colocar la investigación y la tecnología en España en un lugar digno, es una de las pocas ministras ( y ministros) que da la sensación de estar haciendo algo. Tal vez porque viene de la empresa privada, tal vez porque sabe lo que tiene entre manos o, tal vez, porque se cree lo que está haciendo. La ministra da la sensación de ser ágil, fresca, rápida en las formas. Tiene buena imagen y sabe estar. Tiene una de las tareas más difíciles del Gobierno. A ella le toca ayudar a cambiar el modelo español de crecimiento, a hacer que este país no absorba o produzca mano de obra intensiva y barata, sino patentes, I+D+i, tecnología, innovación. Es casi un milagro. Y aunque se están dando pasitos, seguimos entre los últimos de la fila.
Por si fuera poco, tiene que arreglar la Universidad y el Ministerio, además de no ser Lourdes, se ha metido en un lío con lo de Bolonia que le puede estallar como a Bermejo el de la justicia. La Universidad española tiene peor remedio que la investigación. Está anclada en Napoleón y salir de allí es más difícil que cerrarla y empezar de nuevo.
Como no había visto a la ministra ´en vivo y en directo´, me fui a Los Desayunos de Europa Press para escucharla. No cabía ni un alfiler. Allí había cargos públicos, algunos con pocas e ineficientes tareas, y muchos empresarios, incluso alguno de los que aspiran a presidir el Real Madrid, como Villar Mir. También abogados como Antonio Garrigues tan interesados por Obama como por nuestra investigación, o políticos del PP como Fraga, Arias Cañete o Ana Pastor. El tema interesa y la ministra no echa a los contrarios. Garmendia hizo una aburrida exposición de todos los millones de euros que va a gastar, habló de la necesidad de compaginar esfuerzos entre el sector público y el privado, pero no convenció.
Más sorprendente aún fue que en su exposición no hiciera ni una sola mención al Plan Bolonia. Lo tuvo que hacer después, en el coloquio. Y en lugar de transmitir confianza, nos convenció de que le va a costar sangre, sudor y lágrimas, sacarlo adelante. España lleva diez años perdidos, todavía no hay un plan de comunicación para contar qué es Bolonia, los rectores no se lo creen pero piden diez veces más dinero, las Universidades están de espaldas al proyecto y los estudiantes van a armarla. La Universidad es un desastre, pero puede ser peor. Esa mañana me pareció que la ministra perdió una gran oportunidad y, tal vez por eso, el eco de su conferencia ha sido mínimo.
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