Opinión

El último culebrón

La presunta trama de espionaje ilícito destapada en Madrid va camino de transformarse en un culebrón político que si bien se desarrolla en la capital, en términos de imagen, sus efectos cursan de manera dañina para el Partido Popular.

A estas alturas de lo publicado, el asunto está tan liado que ya no se sabe quién espiaba a quién, con qué propósito y quién había dado la orden para realizar los seguimientos al vicepresidente regional Ignacio González, al ex consejero Prada y el vicealcalde de la capital Manuel Cobo. También Miguel Blesa, presidente de Cajamadrid, aparece en algunas informaciones como víctima de un posible seguimiento.

Las explicaciones, en rueda de prensa, de Ignacio González (una de las víctimas de esta trama) y de Francisco Granados, consejero de Interior no parecen suficientes, dejan que la duda y su cortejo de sospechas siga flotando en el aire.

Como digo, a éstas alturas de la película lo único cierto es que este asunto huele muy mal. El ´quid prodest?´ -la pregunta retórica acerca de a quién beneficia el caso- no arroja luz suficiente. En este asunto, de momento, lo único que salta a la vista es a quién perjudica políticamente: a Esperanza Aguirre, la correosa presidenta de Madrid. Quizá por eso llama poderosamente la atención el escaso entusiasmo desplegado por Mariano Rajoy a la hora de exigir que la trama se aclare cuanto antes pese a que, como digo, todo este asunto oscurece la imagen del partido que preside. O eso parece.

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