Su sonrisa es profunda y contagiosa. Transmite alegría, ganas de vivir, voluntad de estar y de ser, la magia de los cuentos. Su vida, de hecho, y como ella misma se apresura a segurar, es un cuento con muchos finales felices (y los que quedan por llegar), el resultado de una fe ciega en el futuro hecho presente. Asha Miró tiene razones para confiar en la existencia y se apresura a decirlo en voz alta siempre que tiene oportunidad. Que los deseos se cumplen si uno persevera en ellos y no los traiciona es, quizás, el mensaje que más repite. Muchos recordarán ´La hija del Ganges´, ese libro ejemplar que narraba cómo una niña abandonada en un orfelinato de la India era adoptada por una pareja de catalanes, pioneros en eso en la España de los años setenta, y reconstruía sus días desde esa sonrisa que no parece abandonarla nunca. Un texto sencillo y emocionante que arroja luz sobre muchas de las dudas que tienen los padres que adoptan y los hijos adoptados, y que sólo por eso debería ser de lectura obligatoria para todos aquellos que hayan pasado o estén a punto de pasar por esta experiencia. Un libro, además, que se lee como la novela de una búsqueda que es personal (la de sus raíces familiares, las del nudo de su trama vital), social (la del colectivo al que representa), espiritual (la de un alma que se hace sin trampas las preguntas esenciales) y político-económica (hay que seguir intentando diagnosticar bien las bases materiales de un problema que afecta a un tanto por ciento inmenso de la población mundial). Asha Miró sonríe agradecida y dichosa, irresistible y positiva, desde el centro de la Tierra y desde las galaxias lejanísimas. En todo lo que emprende y en todo lo que cree pone esa sonrisa: en sus otros libros (les recomiendo el último, ´Rastros de sándalo´, una novela sobre niños huérfanos que se desarrolla en tres continentes y que ha escrito a medias con Anna Soler), en sus documentales, en sus entrevistas, en sus canciones, en sus actividades al frente de una ong, en su trabajo, en sus viajes, en sus conferencias, en sus pases como cuentacuentos genial. Energía a raudales y pasión limpia, como hemos podido comprobar estos días a apenas una hora de Málaga, en Lucena (Córdoba), en el marco de unas jornadas internacionales celebradas ahí (´Orientarse´) sobre India y Japón que ha reunido a muchos de los más prestigiosos orientalistas de dentro y fuera de nuestro país, con unas veinte conferencias, veinte talleres, cuatro mesas redondas, tres exposiciones y seis conciertos. En medio de todo ese tráfico de ideas y creatividad la sonrisa de Asha Miró ha brillado de manera muy especial sin dejarse arredrar por la lluvia. Porque Asha Miró le ha puesto colores a cada una de las gotas de esa lluvia persistente que nos ha acompañado estos días. Con una sonrisa hermosa y perfecta que tanto necesitamos en estos tiempos grises y cabizbajos.