La mirada Vitale de Berlusconi

Álvaro Vitale tenía cabeza de pera, los ojos juntos, fijos y mirones y quedó consagrado en la más baja comedieta italiana como Jaimito. En un número imprecisable de películas encontraba un agujero en una pared, un muro o una valla por el que uno de sus ojos se desorbitaba contemplando a Edwige Fenech, la chica más limpia del cine italiano de los años setenta a juzgar por la frecuencia con la que se duchaba, frotando todos los contornos de su contorneada figura. Con Jaimito siempre había otro par de mirones bufonescos que se disputaban el observatorio y el último de la fila se frotaba sobre el penúltimo para que riera la muchachada. La Fenech, hija de maltés y de italiana, nacida en Argelia, era limpia en cualquier profesión -profesora, doctora, enfermera- pero para sus fans onanistas quedó siempre como la más sexy de las maestras y así la recuerdan hoy en Internet unos señores mayores que empezaron a distinguir el grano de la paja cuando se les quitó el acné.

Vitale me viene a la cabeza cada vez que el Berlusconi hace un chiste y su relación con lo inconsciente o hace el inconsciente en su relación con el chiste. Tengo manga ancha para el humor, incluso el malo, porque valoro la intención. Esta vez, después de anunciar medidas para evitar el número creciente de violaciones, el primer ministro italiano añadió: "Tendríamos que tener [en las calles] tantos soldados como tantas son las bellas mujeres italianas, creo que no lo lograríamos nunca". Otra vez más ha tenido que explicarse -la violación es un delito "indigno, incivil y execrable; punto y basta"- y la apostilla era una broma cavalieresca, una galantería al viejo modo. Berlusconi se pasa la vida, como Cassen, diciendo "es broma" tras cada chiste. Lo que queda a la vista es que Berlusconi tiene el ojo de Jaimito (al que encarnaba Vitale), que mira la vida a través de un agujero buscando siempre a Edwige Fenech y, por lo que sea, se ha quedado rancia la película de ´La profesora y el último primer ministro´.