Opinión

Probablemente existo

Sobre la metafísica no hay mucho que decir que ya no se sepa y, sobre todo, que se sepa. Después de siglos de debate, moderado, unas veces, sanguinoliento, las demás, no se ha sacado nada en claro, a excepción de capirotazos medievales, pipas de escritores franceses y vacíos insobornables en mañanas con lluvia y medias. En lo que respecta a la disciplina, ahora que ha llegado a los autobuses, únicamente me atravería a aludir a su relevancia sociológica: la metafísica es la incomodidad predilecta de la gente que se preocupa por algo más que el precio del pescado. De hecho, no hay términos medios. O te inquietas por la metafísica o por el pescado, o perteneces a dios y la nada o a los boquerones. La crisis del capitalismo, parece que ocupa un segmento neutro, pero no se engañe, está con el pescado. Yo, si me preguntan, nunca he sido nada, pero me gustaría ser de los boquerones. Con la metafísica, nunca me ha ido bien. En ninguna de sus acepciones. Hace años probé con Dios porque creí que se ajustaba mejor a mis, cada vez más exiguas, posibilidades de redención. Su doctrina parecía sencilla. Bastaba con no hacer el mal para ganarse un trozo de cielo por encima de las nubes y los casinos. Algo bastante a mi alcance, y no precisamente por mi rectitud de mi comportamiento, sino porque siempre he demostrado un gran talento para no hacer nada. En general. Pero la voluntad de inacción no es suficiente. Se peca, dicen, por pensamiento y omisión y la culpa te despedaza. Tampoco me va mejor con la nada. Por no creer, uno ya ni siquiera confía en Obama. Más bien, la metafísica es un sistema de pensamiento que se me escapa. Saber si uno existe y además, argumentarlo en reuniones públicas y manifestaciones íntimas me resulta ya una empresa de proporciones inabarcables. Observo los carteles del autobús y trato de decantarme, pero acabo con un billete en la mano y la misma cara de sujeto perplejo y dialécticamente desdentado. La publicidad confía demasiado en sí misma. Los autobuses tienen una lógica aparte. Son dos conclusiones débiles para un debate demasiado grande. Tan enorme como para inspirarse en frases hechas y paneles publicitarios.

Tracking Pixel Contents