Opinión

Cacao Maravillao

Se cumplió la profecía (era fácil esta adivinación, no es cosa de apuntarse ningún tanto) y al final llegó la publicidad atea a los autobuses malagueños que recorren las líneas 1 y 17. No parece que haya causado grande escándalo, lo cual entra dentro de lo natural habida cuenta lo tolerante (y también lo pasota) que suele ser el pueblo malagueño, (hasta el punto de que si pasado mañana un platillo volante aterrizase en la Plaza de la Marina tal vez causara algo de asombro el primer día, pero a partir del siguiente todo el mundo estaría dando bocinazos para que quitasen el platillo y no interrumpiesen el tráfico).

Así las cosas, lo cierto es que van por las calles los autobuses con su ateísmo rampante, anunciando lo que, según su opinión (tan válida como cualquier otra) no existe, cosa que ha venido a recordarme aquel invento de la televisión italiana (luego trasplantado a España vía Tele 5) que fue el ´Cacao Maravillao´, una marca inexistente que, sin embargo, patrocinaba un programa, y que tuvo tanto éxito que la gente acudía a los comercios del ramo a pedir un bote del famosísimo cacao y no lo podían comprar simplemente porque no se fabricaba. Pues algo de lo mismo hay en este anunciar la inexistencia de Dios, que es como una incitación a no estar seguro ni de lo uno ni de lo contrario.

Y sobre todo por el equívoco "probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta la vida", donde el "probablemente" genera un margen de duda que dice muy poco de las certezas de los anunciantes, que dejan una rendija abierta al "por si acaso", y es en el "por si acaso" donde está todo el meollo de la cuestión, el nudo del asunto, el que nos hace vacilar porque no hay nada del todo claro hacia un lado o hacia el otro y, ante la posibilidad de que estemos equivocados, solemos adoptar una postura como la del filósofo Voltaire quien, después de pasarse la vida enfatizando el poder de la razón humana y de la ciencia, cuando fue preguntado en su lecho de muerte si quería renegar de Satanás, contestó: "no es momento de hacerme nuevos enemigos".

En su última novela, titulada ´El corazón de la materia´, Ignacio García-Valiño penetra en el eterno e irresoluto debate entre la razón y la fe y trata de indagar en la diferencia que existe entre espiritualidad y superstición y en la fina línea que separa la superstición y la locura. Y todo ello no sólo desde la perspectiva de las creencias, sin también desde el escepticismo científico y, además, desde la mezcla de ambos conceptos: "En el fondo de lo invisible subyace algo que aún no conocemos. Algo que no es simplemente una subpartícula indivisible. Tal vez el vacío. O tal vez un campo de fuerzas. O una fuerza de la que emanan todas las demás", dice unos de los personajes, y ahí es donde está el conflicto, en qué hay en el fondo, si el vacío o una gran energía, si Dios o la nada.

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