La mayoría de papás/mamás quedarían aterrados si oyeran y vieran lo qué hablan y hacen sus criaturas adolescentes, antes incluso de los 16 años. En este asunto hay dos películas, la que los padres quieren ver y la de la realidad. De ésta segunda los padres tienen un dato de por dónde va el argumento a través del vocabulario de las encantadoras criaturas. Esa forma soez de hablar que pone los pelos de punta es sólo un afloramiento de lo que piensan, lo qué hablan y lo que hacen. El debate sobre la necesidad de consentimiento de los padres para abortar a partir de los 16 forma parte de la soberana hipocresía que reina en el asunto. Parece lógico que los padres deberían estar informados, para poder aconsejar y asistir (si la criatura se deja), pero llevar la cosa más allá responde al mismo ejercicio de voluntarismo que hace creer a los papás que controlan la conducta de sus hijos.