Estoy con la actriz Emma Thompson contra la trata de mujeres y niños pero en su explicación a la prensa dejó un titular que suena naif: "Lo bueno del sexo es que es gratis. Entonces, ¿por qué se paga?". Al primer golpe de vista parece más un argumento para tacaños que para personas con líbido. Lo bueno del sexo es que es sexo, no que es gratis. Lo bueno del sexo es que suele ser placentero, no lo que cuesta. Lo exigible moralmente del sexo es que sea libre por parte de todos los implicados, sin abusos.

Hay quien sostiene que no hay sexo gratuito pero hacer cuentas de lo que cuesta el sexo gratis es un economicismo: todas las actividades humanas cuestan si se echan las cuentas. A los economicistas les extraña hasta que se destinen cantidades sin cuenta y a fondo perdido a criar hijos. Los caballeros y las damas no hablamos de dinero. En sexo, los economicistas dicen que externalizar y pagar por acción sale más a cuenta.

A un porcentaje de personas no les interesa el sexo. Para los demás es una necesidad no tan apremiante como el comer (más necesario y nadie se plantea que sea gratis) pero cuando aprieta el apetito lo hace con potencia. (Hay que aclarar que para el alimento existen la solidaridad y la caridad. Para el sexo no: ni clero ni voluntariado).

Una de las formas de procurarse sexo es por medio de la prostitución de la que hay poco que objetar si ambas partes concurren libremente, pero de eso no hay garantías: ni se pregunta ni lo certifica nadie.

Hay un sector de putañeros a los que les gusta tanto pagar como joder y le atribuyen un placer distinto al pagado que al gratuito. Algo de eso está detrás del comportamiento de Tiger Woods al que no habrá manera de explicarle que el sexo es gratis o lo puede ser. En una operación puritana en la que le quieren quitar hasta lo bailao, lo ganado con palos de madera y hierro, va a pagar una burrada por lo que ya pagó una barbaridad.