La paternidad de esta famosa frase ("There's a sucker born every minute") se le atribuía injustificadamente al empresario circense norteamericano, P.T. Barnum. Entre los candidatos a la autoría de la frase, los ha habido ilustres, como Mark Twain (según el novelista John Dos Passos) o personajes de compleja reputación, como aquel empresario del juego en Chicago, Michael Cassius McDonald, propietario de un famoso casino entre la calle Clark y la Monroe.

Muchos vecinos de la ciudad donde vivo, Marbella, nos hemos podido sentir aludidos estos días. Como uno de los ´suckers´ de mi pueblo, a los que el PGOU trata como dura madrastra, como si esta figura administrativa fuera una especie de Ángel Exterminador, guiada por una ruleta con poca querencia por los convecinos menos privilegiados de mi querida y admirable ciudad.

Desde la óptica del derecho comparado tal como se practica dentro de lo más granado de la UE, tiene este documento una más que dudosa coherencia, frágil eticidad, y facetas de tal exotismo jurídico que justificarían la alarma de diversos colectivos, tanto españoles como extranjeros. Ya no sería sólo el Urbanismo a la Carta. Nos estaríamos enfrentando a una situación en la que la justicia sería también a la carta. Lo que más de uno venimos oyendo en los augustos pasillos de Estrasburgo o Bruselas.

Es curioso también el analizar cómo se ha ido aguando en sucesivas ediciones el texto original que elaboraron los redactores del Plan. Parece obvio que las primeras concesiones no eran lo suficientemente generosas para los responsables de las edificaciones ilegales. También ha sido instructivo observar cómo se le ha echado agua a los odres del vino de las posibles compensaciones para resarcir a la ciudad por lo hurtado durante la satrapía gilista. Según don Enrique Monterroso, concejal de la oposición en la corporación marbellí (IU), algunas compensaciones son zonas ajardinadas en el interior de los edificios o las jardineras que rodean a los inmuebles.

Pues sí. Ha habido, como ya se nos anunciaba, ganadores y perdedores. Entre estos últimos, está la práctica totalidad de los vecinos de Marbella y San Pedro, ya que la factura final de la corrupción se saldará con unas propinas. Es difícil no sentirse preocupados por los ciudadanos que se han estrellado contra un muro de granito al quedarse fuera de ordenación. Los que de buena fe compraron sus viviendas en el Banana Beach o en Río Real o en La Víbora.

Igual que el portazo que se les ha dado a los que han luchado durante diez o quince años contra las atrocidades urbanísticas del Gilismo (Hotel Senator, Jardines del Príncipe ´et alia´). Edificaciones perjudiciales para la fisonomía turística y el futuro de la ciudad y declaradas ilegales por el Tribunal Supremo. Deshabitadas y precintadas por la añorada gestora que gobernó Marbella después del ´soi-disant´ final de la era Gil, han obtenido la cálida protección de la Junta y del Ayuntamiento. Podrían terminar convirtiéndose en auténticos monumentos conmemorativos del triunfo de la corrupción en la primera ciudad turística de España.

Por cierto, aprovecho estas lineas para felicitar a una joven y brillante periodista de esta casa, Princesa Sánchez, corresponsal de La Opinión de Málaga en Marbella. Su trabajo sobre el alumbramiento del PGOU ha sido la mejor información elaborada en España sobre este tema. Entre otras cosas, por no dejar fuera de su estupendo artículo del sábado pasado las declaraciones de los ecologistas en el sentido que el nuevo PGOU es "una auténtica amnistía para las ilegalidades de la etapa Gil".

Que Dios reparta suerte.