Todo tan sereno, la ciudad tranquila, los paseos rebosantes, hamacas en la playa, el sol ya es el dueño del paisaje y el mejor aliado del paisanaje. Lo que, mirado con distanciamiento, con los datos del paro en la mano, podría ser perfectamente el bullir de un clima prerrevolucionario, con asaltos indiscriminados a los supermercados, a los bancos o a las instituciones públicas, no es más que una manifestación de unos pocos miles de personas con sus pancartas de siempre, con sus eslóganes gritados al viento, y las cañitas de después (un querido amigo, periodista excesivo y sindicalista a ratos, siempre me decía que era el único día del año que ligaba).

Definitivamente, Málaga no es una ciudad de movilizaciones. De los últimos cuatro lustros (pido perdón si olvido alguna) sólo recuerdo una grandiosa en memoria del concejal asesinado por ETA, José María Martín Carpena, y otra sorprendente contra la guerra de Irak. Fueron resultados de la indignación y la rabia ciudadana, más que concentraciones organizadas. La espontaneidad o los reflejos sociales del momento. Hace una pila de tiempo, a principios de la década de los años 90, diez mil personas recorrieron la capital para que el Parque Tecnológico de Andalucía se quedara en Málaga y no en Sevilla, que quería toda la pasta para su ilustrísimo narcisismo capitalino. Quizá sea ésta una de las mayores manifestaciones premeditadas, promovidas por las organizaciones políticas, sociales y económicas de Málaga. A partir de ahí, las convocatorias de partidos o sindicatos han sido una anécdota.

Por más razones que asistan a las convocatorias del Primero de Mayo, al final se resume más en un acto folclórico que en una reivindicación colectiva, en una débil muestra de rabia contra el desempleo y no en un golpe encima de la mesa para decir que hasta aquí hemos llegado. El lunes, olvidado el plácido fin de semana, de nuevo las estadísticas aplastarán sin piedad nuestra voluntad de superación: una de cada tres personas en edad de trabajar no trabaja. Sobrepasamos el porcentaje tremendo del 30% de parados, más de 233.000. Una barbaridad. Con sólo la décima parte de ellos protestando en la calle, se organizaba la mundial. De momento, tenemos que el acuerdo de concertación social andaluz es una foto y que las medidas de reactivación económica parece que se conciben para destilarlas en uno de esos titulares político-administrativos con los que se llenan los periódicos. La nada. Deberíamos poder esperar algo más, exigir algo más, a nuestros líderes políticos, sociales y empresariales.