El compromiso de la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los estados de la Unión Europea de movilizar 750.000 millones de euros en tres años como mecanismo permanente de blindaje del euro y de sus países miembros, más la disposición del Banco Central Europeo a comprar masivas cantidades de deuda pública de los países del área monetaria que sean víctimas de ataques especulativos y, finalmente, el plan de salvamento específico para Grecia pactado por el Eurogrupo y el FMI por un importe adicional de 110.000 millones ha sido calificada como la mayor operación de rescate económico de la historia.

El acuerdo fue posible de madrugada y al borde mismo del precipicio, cuando ya se agotaban los plazos para la inminente apertura de los mercados asiáticos el lunes.

Tras una semana de ataques orquestados y masivos contra el euro y contra las bolsas y los bonos públicos de algunos de sus países miembros por parte de ´hedge funds´ (fondos de altos riesgo) y otros grandes grupos especuladores, Europa y el FMI llegaron a la convicción de que la apertura de los mercados el lunes sin que se hubiera alcanzado previamente, y al precio que fuese, un acuerdo firme de los países de la UE para respaldar al euro hubiera podido causar un destrozo de largo alcance al sistema monetario europeo y a las economías que lo integran. De ahí que CE, BCE, los Veintisiete y el FMI sacaran la artillería pesada.

El lunes fue un día crítico para la joven moneda europea. Si la cumbre hubiese concluido en fracaso, ya nada hubiese podido sostener la credibilidad de una divisa huérfana, en extrema debilidad y abandonada a su suerte. Porque ya ningún valladar se hubiese interpuesto frente a los ataques bajistas y masivos del asalto final, orquestado por grupos (´la manada de lobos´, según el ministro sueco de Finanzas) que mueven recursos superiores al presupuesto de muchos Estados, y uno solo de los cuales ya fue capaz de derrotar en solitario al Banco de Inglaterra en 1992.

El hundimiento del euro frente a otras divisas hubiese acabado por abocar a Grecia a la suspensión de pagos; se hubiese generalizado un efecto contagio hacia otros países, arrastrando a sus bolsas al desplome y al alza los tipos de interés a pagar por los Estados, lo que acrecentaría aún más sus déficit; el alza de tipos se hubiese trasladado al mercado, cercenando los vestigios incipientes de recuperación económica; la deuda de los países con préstamos tomados en otras monedas se hubiese multiplicado, al igual que la factura petrolera... y Europa sería más pobre y más débil. Pero hay quien cree que el lunes no fue el final y que sólo estamos ante una tregua.