Hace unos días estuve visitando la casa de Robert Graves en el pueblecito mallorquín de Deia. Es una construcción austera, de una solidez que sorprende a primera vista sabido que fue el propio novelista y poeta inglés quien la construyó con sus propias manos. Allí están sus dos bibliotecas y los libros de Historia que le sirvieron de referencia para construir su monumental Yo, Claudio o el Conde Belisario. Y también, un ejemplar de la edición príncipe de Adiós a todo esto, el libro con el que Graves se despidió de la Inglaterra de sus primeros años, de su familia de entonces y de la farsa o baile máscaras en la que –según su ácido decir– había devenido la vida política y social de su país natal. Fue un éxito de ventas. Con las ganancias, Graves se instaló en Mallorca y cambió su vida para siempre.

No sabría explicar por qué al contemplar aquél envejecido ejemplar, me vino a la cabeza la imagen del lío en el que andamos metidos con la bronca de la sentencia sobre el Estatut. Nada de lo visto en la casa de Graves, ni el apacible despliegue del sol sobre el paraje de sobrecogedora belleza de Deia guardaba relación alguna con insoportable tartufería de nuestros últimos episodios nacionales. Supongo que me dejé llevar por lo sugestivo del título y sentí envidia por no tener el coraje que tuvo Graves para dar un portazo y decir, también yo, adiós a todo esto. Adiós a los mediocres personajes del retablo de la vida política nacional. Adiós a Zapatero, a su insoportable levedad política y a su maquiavelismo provinciano; adiós a Rajoy, a su exasperante tendencia a la indefinición y a su indolencia; adiós, también, a los Montilla, Mas, Durán, Puigcercós y demás plañideras nacionalistas que viven de hacerse las víctimas políticas de una España que supuestamente les humilla, pero a costa de la cual viven como rajaes.

¡Qué hartazgo! Huyendo de la mediocridad que le rodeaba, Graves desembarcó en Deia para sumergirse después en Roma, en Bizancio y en otras historias del Mediterráneo. Con su Adiós a todo esto, sin duda, nos marcó el camino.